El fotógrafo y cronista del río Paraná Pablo Los Aliados publicó en su cuenta de Facebook la historia de un hallazgo inquietante en una isla inhóspita ubicada aguas arriba de Rosario. “Algunas vivencias las guarda el tiempo y hay que esperar su permiso para contarlas”, dijo sobre la decisión de contar sobre el día en que hace seis años se topó con una excavación con todas las características de la fosa de un sepulcro en medio de la vegetación.
Pablo, “un observador más de la naturaleza”, acostumbra a sorprender a sus seguidores con postales únicas de la fauna isleña, pero también de los recurrentes incendios y de los estragos de los cazadores furtivos, siempre acompañando las fotos con reflexiones o información.
Días atrás, decidió contar una historia diferente.
“Por las dudas dejé pasar el tiempo para publicarlo”, confió sobre el descubrimiento del 13 de octubre de 2018. ¿Una fosa destinada a una sepultura?
“Había caminado bastante este lugar; estaba a sólo unos 230 metros isla adentro. No sé si piensan lo mismo que yo en ese momento… pero primeramente miré a mi alrededor para estar seguro de que no había nadie más, luego tomé unas cuatro fotos con el celu y me alejé”, contó.
“Si bien me saqué una selfie y pueden calcular las dimensiones, les dejo las medidas que estimé tenía: un metro de ancho, 2,20 metros de largo y casi un metro de profundidad, muy prolijo en sus laterales rectos y piso plano”, agregó sobre los indicios que apuntan al hallazgo de una posible tumba.
“Calculé que tendría uno o dos días de haberse realizado, por ese sector no vive gente. Sí consulte luego en otras salidas y lugares a isleños si se trataba de alguna trampa o sabían que podría ser, mostrándoles las imágenes… nadie supo decirme. Uno solo me dijo que evitara ir nuevamente a ese lugar”, añadió sobre el misterio.
Y luego continuó, para “dejar más tranquilos” a los que escribieron preocupados por si acaso alguien llegó a “ocupar” el lugar.
“Sinceramente yo cuando lo encontré pensé que se trataba de una fosa. Me llamó la atención la prolijidad y que no había rastro de basura; generalmente quedan botellas, papeles, cigarrillos, acá no había nada y esto seguramente llevó su tiempo, por la prolijidad no fue que se sacó algo de ese sitio. Los que cazan me dijeron que no era una trampa y tampoco algo con ese fin”, ponderó sobre el enigma isleño en un lugar donde “no hay ranchos cercanos, no vive gente” y sólo “se suelen ver caballos y algunas vacas”.
Y recordó: “Me extrañó que la tierra que sacaron la desparramaron, no la dejaron a un lado, claramente habían puesto cuatro estacas, dos de las cuales estaban caídas, una dentro del pozo”.
La historia continúa de esta manera: “Si bien dicen que la curiosidad mata al gato, quince días después fui nuevamente, los pastos habían crecido y esta vez me acerqué con más cautela, y la fosa estaba como la había encontrado, sólo algo más deteriorada. Sentí algo de alivio. En su interior había un ratón colilargo que parecía estar moribundo y una rana criolla que había muerto varios días atrás, al ratón lo saqué al pasto y ahí quedo, creo que estaba de última. Los pastos indicaban que nadie había estado por el lugar, sinceramente al día de hoy no sé quién ni para qué realizó esto en ese lugar”.
El paso del tiempo y la naturaleza misma se encargaron de borrar las huellas del hallazgo.
“No descarto nada, pero eso que ven se dejó así, al final del 2018 y comienzos del 2019 la creciente lo tapó, cuando bajó el agua ya había perdido la forma y sólo pasó a ser un pozo más en medio del monte desdibujado en la maleza”, cerró Pablo.