Los pibes caminan como mutantes entre los pasillos de Los Pumitas. El villerío de construcciones precarias está urbanizado a medias. Caminar esas calles, diseñadas por los espasmos que generan la culpa y el clientelismo de la política electoral en tiempos de incendios, solo es una prueba más del mal trabajo hecho.

En Empalme viven 45 mil personas. Hay distintos rincones del barrio que hoy tienen subdenominaciones o son a su vez, en esa gran zona, otros barrios más pequeños. Y por allí se camina en Los Pumitas. Algunas calles de asfalto, la mayoría de tierra, zanjas, agua podrida y casitas construidas por las manos de sus propios dueños. Una hormigonera en el fondo del lote mezclando el cemento que apila o apilará los ladrillos que regala el “candidato de ocasión”.

Caminar el barrio el mismo día donde la política desplegó cientos de personas uniformadas es fácil. Para el forastero (cronista o funcionario) la violencia cotidiana será un relato contado por el cuero de los otros.

Osvaldo Ortolani se mueve sabiendo como mirar a los habitantes del barrio. “No mires a los ojos de esos muchachos”, sugiere. Sabe quién es quién. Es vecinalista desde siempre y hoy ocupa la presidencia de la Vecinal de Empalme Graneros, un barrio marcado por el desborde del arroyo Ludueña, las inundaciones de los 80 y que hoy está atravesado por el mar de crímenes y violencia que el narcomenudeo le impuso a un lugar de todos (si pudieran) se quieren ir.

“En una charla de 15 minutos con los tíos de Máximo Jerez me enteré de la muerte de muchos de los que crecieron conmigo y había perdido en el tiempo”, me dice conmovido.

–Vimos en un radio de 6 o 7, 8 manzanas más de 200 gendarmes. Esto es como un desfile del 20 de junio pero en un par de manzanas. A uno le queda el interrogante de qué pasa al otro día, ¿se está yendo hacia la búsqueda del problema? ¿O estamos emparchando nada más que el lugar? El problema grave que vive la ciudad de Rosario es mucho más grave que las 10 manzanas que vamos a superpoblar. Algún día todos esos efectivos del lugar se van a ir.

-Se va Gendarmería, queda la policía. ¿Y qué pasa el día después?

- Ese es el interrogante que se hace la gente. No tengo la respuesta.

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En Los Pumitas cuando Aníbal Fernández y Osvaldo Brilloni coordinaron sus trabajos abundaban entre los vecinos, uniformes y periodistas de televisión. Gendarmes y policías por un lado y las cámaras de televisión por el otro. Claro que cuando el sol cae, el tiempo del lugar se espesa. Las puertas de los vecinos se cierran con el apuro del miedo real.

Quiero ser optimista, y quiero ver qué todo va a ir mejor. Pero a uno le queda la duda, más que el interrogante le queda la certeza”, dice Ortolani. “De ese tipo de enfrentamientos permanente y cotidiano debemos tener 100 enfrentamientos de distintas zonas para disputar el dominio de las zonas. Este problema se visualizó porque se tiroteó la puerta de un lugar, había tres chicos y murió uno de ellos. Después había una familia enfurecida, se hizo una pueblada. Pero la muerte de una persona por día ya lo estamos internalizando. Acá en la zona el año pasado tuvimos 42 muertes. Es la punta del iceberg lo que uno ve. Pero hay una sociedad que está quebrada, un mundo que está quebrado”, agrega.

El ataque a las casitas del Salteño, el narco detenido pero vital y operativo allí, fue en tres claras oleadas: primero la bronca de los familiares y amigos del niño asesinado, después los mejicaneadores (soldaditos narcos de la competencia que entraron a buscar drogas y dinero escondido entre sus paredes y por último el vecino que quería algo para llevarse en medio del caos, “lo que sea”). Robarle al narco sus cosas. Un botín explosivo pero debelador del hartazgo de vecinos que “ya están jugados”. Otra de las opciones de los muertos vivos.

- Cuando un chico no va más a la escuela porque la mamá tiene miedo a una balacera, cuando un pequeño comerciante tiene miedo de arreglar el frente para que no lo extorsionen, cuando cientos de adultos mayores están encerrados en las casas por miedo a que les pase algo. Si la vejez fuera una enfermedad el primer síntoma es la soledad, la angustia y el quedarse adentro. Tenemos miles de enfermos por angustia y depresión que acá se están muriendo. Una persona que tiene una expectativa de vida de 10 o 15 años más, termina siendo encerrado deprimido, se muere a los tres años. Eso también son muertes ocasionadas por esto.

- ¿No sirven los gendarmes?

-Aunque se pongan un millón de gendarmes, hay una máquina de hacer muertos vivos por la droga). Hoy se les vende droga a los de la esquina, a tu hijo, y tenemos una máquina de hacer muertos vivos que salen con un cuchillo regalado, se trepan para robar los aires acondicionados, o rompen para robar un medidor, o le arrebatan a una pobre mujer grande la cartera, la lastiman y la descaderan para poder tener plata para comprarla. Hay una máquina de generar mutantes.

-Rosario es una máquina de generar mutantes, es horrible pero parece muy cierto en esos barrios

-Las pequeñas cosas que roban se las venden al chatarrero que está más cercano, que tiene convivencia con las autoridades. Y con esos dos pesos con cincuenta va a comprar un poquito de porquería al lugar más cercano que esta “autorizado a vender”. El sistema es prolijo en eso.

El ataque a las casitas del Salteño, el narco detenido pero vital y operativo allí, fue en tres claras oleadas: primero la bronca de los familiares y amigos del niño asesinado, después los mejicaneadores (soldaditos narcos de la competencia que entraron a buscar drogas y dinero escondido entre sus paredes y por último el vecino que quería algo para llevarse en medio del caos, “lo que sea”).

El barrio se monta sobre tierras fiscales. Sin agrimensura en posesión del vecino, esas propiedades deambularan la informalidad durante décadas. Se alquilan, se compran y venden como en cualquier rincón del mercado inmobiliario. La irregularidad genera muchas de las acciones que se cuentan en los medios. Las amenazas y balaceras para que sus moradores abandonen el lugar en manos del “más fuerte”.

El rumor en medio de la caminata del barrio es que las casas del Salteño están a la venta. Con sus “propietarios” detenidos fueron ofrecidas por un millón de pesos cada una a pagar como se pueda.

En la insensatez que propone el paraestado narcocriminal todo podría ser verosímil. Incluso esta propuesta inmobiliaria. Un narco detenido vendiendo su propiedad sobre tierra fiscal a un vecino que acaba de destruirla para que ellos no vuelvan. El narco sigue extorsionando: “si quieren que no vuelva compren mi noregreso”.

-¿Qué cambia con tanta presencia policial? ¿Hay más presencia de otros ámbitos del Estado? Salud, desarrollo social, etc?

-Lo que digo es políticamente incorrecto, porque la gente quiere escuchar otra cosa. El Estado en todas sus funciones, el municipal, el provincial y el nacional están. En esos lugares hay más de cincuenta instituciones que están trabajando. Hay muchísima gente buena del lugar y gente que viene de afuera para trabajar en el lugar, las maestras en una escuelas y los médicos que trabajan en un dispensario es toda gente que aporta, es del estado y hay infinidades de comedores; hace doce años con el plan Abre se hizo pavimento, el Estado de esa forma está en una zona de esta hay más de veinte o treinta comedores pero el Estado no está haciendo todo lo que tiene que hacer en el otro lado. No venga acá a regalar flores, hagan contención en serio. El problema no se lo erradica porque a ese chico no lo podemos contener. Pero vienen y acosan con preguntas ¿Le van a preguntar a una maestra dónde está el bunker? ¿Le vamos a preguntar cuando lo único que tiene para defenderse a las siete de la mañana es un guardapolvo blanco y una cartera? ¿Le vamos a preguntar a la médica que va al dispensario? Si lo único que tiene para defenderse es el estetoscopio, ¿a la gente que está dando su vida le vamos a preguntar? Hay un informe de la provincia que determinó la presencia de más de doscientos treinta bunker ¿sabemos cuál es el problema? ¿Qué vamos a poner? ¿Vamos a poner muchos policías para atrapar al pobre muerto vivo que está siendo un problema?

Miércoles 8 de marzo. Mientras en el centro de la ciudad de Rosario las mujeres marchaban por su día en Los Pumitas esas mismas mujeres acorraladas por el maltrato de un sistema criminal que mata a sus hijos tenían otros planes.

Sentadas en fila con el mate dulce en la mano custodiaban con sus miradas un partido de futbol de los chicos del barrio. “Sabés cuanto hacia que no se podía hacer esto”, dice Anastasia, madre de uno de los jugadores. Pegada a uno de los laterales una tanqueta de Gendarmería custodiaba el espacio. Allí tras las gambetas y risas de los pibes no solo la cancha de fútbol y el Club Los Pumitas sino la decena de “búnkeres” esparcidos clandestinamente en su derredor. La convivencia entre ambos mundos es tensa pero absolutamente normal.

El tío del niño asesinado no quiere hablar más a los medios. “Ya está, ya hable, ya dije todo”, dice pero se abre un espacio para algún párrafo más.

Es el DT del equipo femenino del Club Los Pumitas y hoy domingo deberían estar presentando equipo para el inicio del torneo de la liga. “Es un problemón dice. Esto nos altera todo el calendario”, explica.

La muerte, la droga y sus comerciantes, las balas, el sobrino acribillado por una ametralladora narco conviven con la misma preocupación de un DT que no sabe si podrá presentar a su equipo en medio de tanta bulla. Liviano y profundo. La vida espesa de Los Pumitas.

-Como salimos de esto Ortolani?

-Lo escuchaba en un programa a Gastón Pauls cuando él hablaba de la salida de su infierno, el intento de salir de un infierno, porque es una pelea cotidiana. Y él veía miles de muertos caminando por la calle, hoy la ciudad de Rosario tiene cientos y miles de muertos vivos que están caminando con la mirada perdida y la vida perdida; se lo sigue enfermando, se lo sigue matando. Pero después ese hace una macana y nosotros salimos de una forma desesperada y los queremos matar, lo queremos ajusticiar. Se está matando a una persona que ya estaba muerta en vida. Entonces, ¿vamos a buscar el problema o no? Siempre hago una reflexión de un poema de Borges que es "el ajedrez" que habla de la pelea de las fichas blancas y negras, las fichas se creen que están peleando entre ellas, perdieron un jugador pero dice: “Dios mueve al jugador, y éste, la pieza”, pero termina diciendo: “¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza de polvo y tiempo y sueño y agonías?” Acá estamos discutiendo: vamos a tranquilizar a las fichas blancas y a las fichas negras para que haya más pacificación en Rosario pero no estamos preguntando quién es el jugador ni quién es el Dios, ni quién es el Dios que está detrás de Dios para hacer todo esto”.

Muertos vivos y mutantes. La afirmación de Osvaldo Ortolani suena e impacta mal. Rosario produce y construye violencia y personas como zombis de este tiempo. Niños que matan y mueren. Adultos encerrados por el miedo, asesinados por la angustia y la depresión que son tan letales como las balas.

Pero ojo, el fenómeno no es solo rosarino: sucede en cualquier lugar donde la droga transita con libertad de consumo y poca asistencia médica y social para revertir sus efectos adictivos.

Rosario también es parte de un mundo que convive con un sistema que solo es silenciado cuando el Estado monopoliza la fuerza y se convierte como desean muchos en el monstruo fuerte que domine a las bestias del narcotráfico.