La escena de la cadena nacional de este 20 de diciembre recuerda la imagen de 1991 cuando el entonces presidente Carlos Menem, firmó el decreto de desregulación del Estado rodeado de sus ministros. El presidente Javier Milei se presentó sentado en el centro de una mesa antigua del salón Blanco de la Casa Rosada, escoltado también por sus funcionarios y entre ellos uno de "menor" jerarquía formal en comparación con el resto, pero clave: Federico Sturzenegger, tildado "arquitecto" del decretazo. 

Fue un mensaje corto y leído de manera automatizada, grabada en el salón Blanco –donde fue la jura "íntima" de ministros el 10 de diciembre– para darle solemnidad al momento.

No fue casual que el presidente aparezca rodeado por todos sus ministros. Si bien puede interpretarse como una unión del presidente con su gabinete, también le quitó autoridad al necesitar 12 personas que acompañen sus dichos.

Los ministros no siguieron una etiqueta al vestirse: aparecieron con y sin corbata. Parado detrás de él, en su lado derecho (como muestra de confianza), estaba Sturzenegger con saco celeste que desentonaba con el color de la vestimenta del resto. El economista, ex presidente del Banco Central durante la gestión de Mauricio Macri, no tiene un cargo formal en el gobierno de La Libertad Avanza (LLA). Sin embargo, en el listado de asistentes difundido por Presidencia se lo menciona como “Asesor de Presidencia de la Nación".

Algunos integrantes del gabinete estuvieron parados: 15 minutos de pie sin moverse puede ser muy incómodo. Los otros se mostraron rígidos, casi sin hacer gestos mientras el presidente leía, como estatuas humanas. Miraban hacia adelante, lo que resultaba molesto y distractor para el televidente. Cabe destacar que cada vez que la cámara los enfocaba, pestañeaban demasiado en señal de incomodidad.

Sólo la ministra de Seguridad Patricia Bullrich y el ministro de Economía Luis Caputo giraron su mirada para observarlo en algunos minutos de su alocución.

Llama la atención que Milei use papeles sueltos, sin carpeta o soporte institucional que le dé más importancia al momento. Y un dato no menor: no era necesario tener el celular en la mesa. ¿Acaso iba a atender algún llamado mientras le hablaba a los argentinos?

El presidente nunca usó las manos para hablar, las tuvo todo el momento quietas sobre el escritorio. El cuerpo habla y quizás acompañarse con las manos y desligarse unos instantes del papel, le hubiese otorgado cierta dosis de acercamiento con la población. El único gesto corporal se centró en su rostro, al subir la ceja derecha para darle énfasis o resaltar algún tramo de su discurso. Esta vez sí, Milei se sacó los lentes en el saludo final, quizás para indicar una cercanía que estuvo ausente durante toda su lectura.

Fueron 15 minutos de muchas cifras, varios furcios (equivocaciones) –por ejemplo al pronunciar palabras como derogación, vitivinícola, garantizar, necesidad– que dejaron una foto incómoda, con olor a pasado y a futuro incierto.