Llegó el día de asumir y el gobierno de Javier Milei da la impresión de estar atado con alambre. Las idas y vueltas con el armado del gabinete se dieron hasta último momento, como ocurrió con el secretario de Salud anunciado, desanunciado y vuelto a anunciar, pero esta vez como ministro. Hay precariedad en los nombres, pero también en el organigrama. El escaso tiempo entre el balotaje y la asunción es un serio problema para un presidente que se coló por las fisuras del sistema, sin una fuerza propia ni alianzas sólidas, y con un programa al que nadie se quiere abrazar porque está flojo de garantías.

En ese sentido, el experimento económico que pretende Milei aparenta endeble en el arranque. La receta se parece demasiado a las que ya fracasaron, aunque antes de hacer pronósticos hay que poner todos los elementos sobre la mesa: el gobierno tuvo un amplio respaldo electoral y la sociedad es muy diferente a la de los 70 cuando el ministro de Economía era Martínez de Hoz y la de los 90 con la dupla Menem-Cavallo.

El gabinete de Milei se cuece con ingredientes cordobesistas, una pizca de macrismo, algunas figuras individuales y mucho aporte de cuadros provenientes de las corporaciones empresarias, sobre todo las que comandan los Eurnekian, Rocca y Elsztain.

En el Congreso, el gobierno no tiene alianzas consolidadas. Será tema por tema, como dijo el santafesino Federico Angelini después de que Milei se abrazara a Martín Menem y le negara la presidencia de la Cámara de Diputados a Cristian Ritondo. 

Sobre todo la Cámara de Diputados está “mirame y no me toques”. Es como que todo fue muy repetino y el sistema político no encontró todavía la forma de traducir el mapa de poder que dejaron las elecciones. Eso generará divisiones y realineamiento de bancadas durante el primer semestre. Es que el affectio societatis y los intereses de quienes eran socios hasta ayer, ahora cambiaron. El mapa del Congreso quedó viejo, con bloques que perduran, pero no lo que representaban. Por las dudas nadie se apresura a mover, a la espera que lo haga el gobierno primero.

Mientras tanto, lo urgente. Para las provincias es recuperar los fondos que perderán a partir del 1° de enero por la eliminación de la cuarta categoría de Ganancias y reducción de IVA por medidas de administración tributaria: “Nación vería reducidos sus ingresos de estos dos impuestos en 2024 respecto a 2023 por 0,76% del PIB. Las provincias perderían 0,93% del PIB de ingresos”, calculó días atrás el informe del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf). 
Para Santa Fe, esa pérdida significará 383 mil millones menos. ¿Es mucho, es poco? Nada menos que el 8% del Presupuesto 2024. Pullaro está a la cabeza de los gobernadores que buscan cubrir ese agujero antes del 31 de diciembre con una ley que incremente la coparticipación del impuesto al cheque, salvo que Milei proponga otra salida tan efectiva y rápida como esa. 


La era Pullaro

 

El primer gobernador radical en 60 años llega al día de la asunción con un gobierno prácticamente en marcha, un gabinete definido hace tiempo y equipos armados en casi todas las áreas. Pullaro estuvo muy encima del nombre por nombre y asegurarse la contención en su debida medida a la docena de partidos y muchos más espacios que integran Unidos para Cambiar Santa Fe.

Ese equilibrio de orfebrería se completó esta semana en la Legislatura. En el Senado, los senadores radicales unificaron bloque y conforman interbloque con los dos senadores del PS y CREO. En Diputados, el interbloque de Unidos tendrá un único bloque de radicales, uno de socialistas y estaba en tratativa la unificación del PRO. 

Como conductor, Pullaro es todo lo que no fue Omar Perotti. Muestra vocación de poder pero sustentada en diálogo, escucha y ejercicio de la conducción política. Para ser el líder de un proyecto tan amplio y diverso, está decidido llevarlo con autoridad pero entre algodones, porque de lo contrario repetiría el grave error del mandatario saliente, de llegar con todos y para querer quedarse con todo él, creyendo que ganar una elección es lo mismo que ganarse el respeto. 

Cabe recordar que el día antes de asumir Perotti ya se había peleado con parte del peronismo, con la oposición y no había tenido transición. Ese amateurismo cuatro años después lo puso en una situación vergonzosa: derrotado, sentado en la banca rasa en la que nunca creyó que tendría que sentarse, tuvo que oír a Clara García que, con una altura que es para aplaudir, recordara desde la poltrona presidencial que Perotti aspiraba ocupar, la ofensa que le había hecho a su marido Miguel Lifschitz, que era el jefe político del espacio al que el rafaelino acusó de connivencia con el delito.

Esta semana Perotti convocó a la prensa, que fue de mala gana y con menos entusiasmo a cubrir el balance de una gestión que el voto popular rechazó abrumadoramente. El rafaelino se va como gobernó: hablándose a sí mismo, autocomplaciéndose por dejar números ordenados, un abanico de obras menores en pueblos y ciudades más algún otro acierto. Esa historia llega a su fin hoy, con Perotti colocándole la banda a Pullaro y el peronismo santafesino rechazado abrumadoramente y sin poder.

El balance de Perotti en Rosario está disociado del contrato electoral que selló en 2019 con esta ciudad, que fue la que lo hizo gobernador. Doce horas antes habían enterrado a un colectivero al que acribillaron dos pibes que llegaron al lugar a ejecutar su faena en ojotas y bicicleta y se fueron corriendo y descalzos, todo a plena luz del día y ante el terror de decenas de testigos. Hace semanas que se puede recorrer media ciudad sin cruzarse con un patrullero. Pincelazos finales y crueles de la falta de plan, ausencia de conducción política y vacío de poder.

Pullaro tiene todo dado para consolidar una nueva era política en Santa Fe. Tiene juventud, energía y método. Le sobra voluntad: suele repetir que al venir de un pueblo muy pequeño todo se le hizo más difícil en política, que lo marcó el hecho de haber tenido que trabajar el primer día que llegó para estudiar a Rosario y que por eso no se achica ante los escenarios adversos. “Si quiero ser gobernador, tengo que ganarle a Carolina Losada”, repetía principios de año. 

Antes de asumir está mirando 2027, de ahí el meticuloso trabajo de cohesión del frente Unidos. Ya consiguió que el frente inicie el gobierno ordenado y no como el amontonamiento de partidos y corrientes internas que era cuando nació. En adelante el desafío será que todas las partes sostengan esa lógica.

Seguramente empolla ambiciones personales, pero ya tiene resuelto autoexcluirse de la reelección aún si en 2025 o 2026 se reformase la Constitución provincial. Su objetivo es ponerle la banda a alguien de Unidos, porque entonces querrá decir que los santafesinos volvieron a votarlo.

Para que eso ocurra deberá cumplir el contrato electoral. “Prefiero dar las peleas de las que estoy convencido, aunque no esté seguro de que voy a ganarlas”, responde cuando le plantean las dificultades que habrá con algunas de las reformas que se propone. Justicia será una de las primeras.


Javkin, segundo tiempo

 

El intendente Pablo Javkin eligió arrancar su segundo mandato en la vecinal de Empalme Graneros, territorio históricamente peronista. El recambio en 12 de las 14 secretarías da cuenta de la metamorfosis de la alianza gobernante, del Frente Progresista de 2019 al Unidos de 2023. No es lo único, plasma también Javkin la conciencia de que la gestión necesitaba dar un salto de calidad y mayor volumen político. 

Esto último se sustentará en un interbloque con mayoría propia en el Concejo y más protagonismo de su principal aliado, el radicalismo que lideran María Eugenia Schmuck y Franco Bartolacci, y que Sebastián Chale expresa al mando de la Secretaría de Gobierno.
Volver a tener una provincia del mismo color político es otro aliciente para Javkin. La decisión de imponer una tasa vial a los combustibles es antipática y hasta contraria a la época, pero si las calles van a estar arregladas y transitables en serio, en el futuro nadie la va a reprochar.

Rosario necesita que aparezcan soluciones. Es insostenible el nivel de violencia, pero la ciudad tampoco puede seguir, como hace tantos años, atrapada en ese loop de carencias económicas y deterioro urbano.