Extraña e inédita. Así puede definirse esta nueva experiencia que significan las clases semipresenciales con burbujas dispuestas por el Ministerio de Educación de Santa Fe, a fin de permitir el regreso de estudiantes a las escuelas, respetando el protocolo de distanciamiento, en el marco de la pandemia por coronavirus.

Lejos del fuego cruzado entre padres y madres que reclaman más presencialidad, gremios que apuntan falencias en la infraestructura de las escuelas y funcionarios que deciden lo que finalmente deberán hacer las y los docentes frente al curso, las aulas y patios de las escuelas se pueblan de todo tipo de anécdotas tan especiales como el tiempo en el que transcurren. Aquí, siete historias escolares mínimas de las tantas que se escriben a diario, en la flamante semipresencialidad que comenzó hace apenas un mes.

¿Quién es esa chica?

 

Emma tiene cuatro años y cursa el nivel inicial. Adaptación mediante, hace apenas cinco semanas que entró por primera vez a su colegio (tres presenciales) donde no sólo está rodeada de novedosos estímulos, sino también de situaciones que le generan sorpresa e incertidumbre.

Desde el primer día, su seño usó el barbijo y la máscara que indica el protocolo para disminuir el contagio del virus, pero al tratarse de nivel inicial, más de una vez se vio obligada a quitársela para evitar que sus niñas y niños huyeran despavoridos. Es lo que hizo Emma, quien en la segunda semana de clases presenciales, con un intermedio virtual, desconoció a su maestra detrás del kit anticontagio, rompió en llantos clamando por su mamá y emprendió la carrera hacia la puerta de salida. Cómo reconocer a la docente a quien vio unas pocas horas, quince días atrás y de forma discontinua. Es una pregunta que quizás Emma aún no se formule, pero que quedó clara a la luz de su lógica reacción.

Inspiro-¿Expiro?

 

Silvana es docente de primaria y llevaba varias horas con la cara cubierta por el barbijo y la máscara que protege sus ojos, cuando se desvaneció. Alcanzó a decir: “Me siento…” y sin completar la frase se desplomó en la sala de maestros, donde, a pesar de la ventilación, el calor y la humedad hacían pesado el aire y dificultosa la respiración con tanto filtro protector.

Llamaron al servicio de emergencias y luego del chequeo de rutina, el médico concluyó que se trataba de una lipotimia causada por hipotensión (presión baja) y escasa oxigenación. Su caso no fue el único. Según relató el asistente sanitario, la situación se había dado en varias instituciones.

“Quién dijo qué”

 

Reconocer a los alumnos por el timbre de su voz cuando se está de espaldas al curso, es una habilidad que maestras y profesoras desarrollan a lo largo de su carrera. Claro que al comienzo de clases, cuando el grupo es nuevo y el desconocimiento es mutuo, cuesta más identificar quién hizo una pregunta o comentario si no hay contacto visual.

Para complejizar el tema, este año se agregó el barbijo que ni aún de frente, permite reconocer la procedencia de la voz, cuando todos los integrantes de la burbuja hablan al mismo tiempo. Típico de primaria y secundaria.

Así, algunos docentes pidieron a sus alumnos que cuando hablan, levanten la mano, para identificar quién pregunta y poder responderle en forma personal. Hoy, hablar de a uno por vez, ser volvió un requisito más necesario que antes.

¿Más burbujas o menos burbujas?

 

Como se sabe, la indicación para respetar el protocolo es que cada curso se divida en burbujas de pocos alumnos, de acuerdo a las dimensiones y posibilidades de ventilación del aula.  Por lo general, los cursos se dividen en 4 burbujas y eso también causó polémica.

Mientras que madres y padres reclamaron en muchas escuelas que las burbujas incluyan a más alumnos, a fin de que la rotación de los grupos se dé más rápido y aumente la presencialidad mensual, muchos hijos de esos mismos padres pidieron la subdivisión de burbujas –de 4 a 8– para tener que ir menos veces a la escuela. ¿Y entonces?

Whatsapp de “mamis” y “papis”

 

La pandemia incrementó de forma exponencial la comunicación en los grupos de Whatsapp de madres y padres. Este bombardeo de comunicaciones diarias, a veces ilegible por la cantidad de mensajes escritos en poco tiempo, en convivencia con las tareas cotidianas y la vida misma, hizo que algunos fueran abandonando el contacto diario con esa fuente inagotable de datos, opiniones, pareceres, enojos y hasta insultos.

Uno de esos grupos fue escenario de una situación muy particular protagonizada por la madre de un alumno de primaria que desde el inicio del ciclo lectivo venía planteando la necesidad de incrementar las clases presenciales de su hijo y del grupo en general.

Lo sorprendente fue la solicitud de esa misma madre, al día siguiente de una fuerte discusión en Whatsapp, en la que se había manifestado a favor de la presencialidad al ciento por ciento, porque “menos, es una vergüenza”.

“¿Me pasan la tarea, chiquis, que me quedé dormida y no lo mandé al gordo?”, fue el pedido que disparó críticas, reproches y obviamente, risas de mamis y papis.

Burbujas selectivas

 

Aprender estando a gusto con quienes se comparte espacio y tiempo en la escuela es lo deseable, pero no siempre ocurre. Mucho menos en un año como 2021 en que la semipresencialidad obligó a dividir al curso en burbujas de manera aleatoria.

En la mayoría de los casos, la división se realizó por lista y no por amistades o empatías, lo que causó la reacción de madres y padres que reclamaron se revea la conformación de los subgrupos.

“Al fin y al cabo era mejor lo virtual que esta presencialidad con quienes no quieren estar” lanzó disgustada, una madre, a la directora de una escuela y planteó cómo quería que se formara la burbuja de su hija.

Chupina de burbuja

 

¿Por qué esperar al último viernes de abril –tradicional fecha en que se celebra el Día de la Chupina– para pegar el gran faltazo? Es lo que seguramente se preguntaron los 8 estudiantes de la burbuja "A" del 6° año de una secundaria técnica, quienes reportaron “ausente sin aviso” masivo a la clase de Inglés.

No, no había ninguno con fiebre, ni pérdida de gusto y olfato, ni el más mínimo síntoma de covid positivo; sólo las ganas de romper con la presencialidad tan deseada por sus padres, antes de que la segunda ola los devuelva, como la marea, al confinamiento hogareño tan temido.