–Necesitaba verlos y respirar.

Carolina Leones, la compañera del ex concejal y pastor evangélico asesinado Eduardo Trasante, habla con una serenidad que parece de otro momento. No el de este mediodía caluroso, frente al edificio del Centro de Justicia Penal, donde acaba de finalizar la primera audiencia del juicio por el crimen ocurrido el martes 14 de julio de 2020 en la casa de San Nicolás al 3600. Un inicio de proceso trabado, complejo. Carolina tenía que declarar como testigo clave pero por discusiones técnicas entre las partes –abogados defensores, uno por cada imputado (entre ellos el jefe narco Julio Rodríguez Granthon), los fiscales, la querella que la representa a ella y el tribunal– su esperado testimonio se pospuso para este miércoles.

Carolina le habla a quienes se quedaron a hacer “el aguante” en la plaza, familiares de otras víctimas de la violencia y militantes y dirigentes de Ciudad Futura, espacio político desde donde Trasante llegó al Palacio Vasallo y después renunció por denuncias de acoso. La rodean policías de la Unidad Especial de Protección (UEP) de la Policía de Santa Fe, uno de ellos con un arma larga en brazos. Desde hace más de tres años, vive escondida en el marco de un estricto programa de protección de testigos que se mantiene porque sigue el riesgo de vida para ella y su familia.

En ese marco de tensión, agotada por la emoción de haber escuchado los alegatos de inicio del juicio cerca de las 9, tener que esperar el resto del proceso en una sala contigua porque no podía presenciar toda la audiencia por su rol de testigo y recibir la noticia, diez minutos antes de las 13, de que no habría tiempo para su declaración; después de eso sale donde están las carpas y los carteles que preguntan “¿Quién mató a Trasante?” y les agradece a todos su presencia.

–Muchas gracias por estar, los amo a todos. Me tengo que ir, perdón –dice, se abraza con las abogadas, llora y se va rápido sin mirar para atrás. Avisó que volverá este miércoles para declarar.

La ruta del auto y el vacío en los extremos

 

Si fuese un cuento, la estrategia de la acusación tiene un nudo fuerte pero un inicio y un final desdibujado, como si no existieran. Tanto la Fiscalía, a cargo de Gastón Ávila y Matías Edery, como la querella de la familia de Trasante, con Gabriela Durruty y Jesica Pellegrini, pidieron penas de prisión perpetua contra los cuatro imputados por haber planificado el homicidio del ex concejal.

Se aferraron a una prueba que detectaron por las cámaras de seguridad: el auto desde donde se ejecutó el crimen, un Peugeot 308 blanco robado. Tiraron de esa pista que los llevó a unir a los cuatro involucrados en distintas etapas. La compra del auto robado, el pago, la inteligencia previa, el circuito que llevó a la ejecución de dos disparos, la fuga y el abandono del vehículo.

Hay fechas, horas, cruces de llamados, fotos y mensajes en Whatsapp que documentan esa secuencia y ubican (más en tiempo que en espacio) al “peruano” Rodríguez Granthon (acusado de ordenar el plan desde la cárcel de Piñero), Facundo Sebastián López (el hombre de confianza de Rodríguez Granthon que fue a buscar el auto comprado), Alejo Leiva (un viejo conocido de la familia que mandó fotos de la casa y con marcas de cuál era el ingreso) y Brian Nahuel Álvarez (el vendedor del auto robado que fue utilizado la tarde del crimen).

Es fuera de ese segmento en donde se centra el esfuerzo que deben hacer los acusadores. No hay un inicio probado: ¿quién ordenó matar a Trasante y por qué?, ¿cuál fue el móvil? Ni tampoco un final: ¿quiénes fueron las dos personas que ingresaron a la casa y lo mataron de un disparo en la mano y otro en el cráneo al pie de la escalera caracol?

La palabra “probado” es clave. Los investigadores sí tienen hipótesis vinculadas al pabellón de Piñero donde estaba preso Rodríguez Granthon. Compartía ese lugar con Daniel “Teletubi” Delgado, condenado por el triple crimen de Villa Moreno. Uno de los tres jóvenes asesinados en el Año nuevo de 2012 fue Jeremías Trasante, hijo del pastor e impulsor de la condena ratificada contra Delgado.

También existen sospechas sobre los posibles ejecutores materiales. ¿Por qué tenía Leiva la llave del auto después del crimen, los sicarios se la dieron o nunca la soltó? ¿Qué rol ocupó López, la mano derecha del peruano; sólo pagó el auto pero no participó del crimen? Las preguntas pueden ser formuladas y hasta respondidas en un pasillo pero en la sala judicial solo hablan las pruebas, las evidencias que respalden o no un relato.

Y de eso se aferraron los abogados defensores para, uno por uno, cuestionar la acusación general de homicidio con pedido de cadena perpetua para personas que, como mucho, compraron y vendieron un auto robado, encubrieron información, pero no planificaron un crimen, dijeron.

“Están forzando la evidencia”, definió Gonzalo Armas, defensor de Leiva, quien sacó fotos con su celular al frente de la casa de Transante de San Nicolás 3638, incluso marcadas con celeste, y las envió a una persona no identificada. Dijo que su vinculación se limitó a eso: “El plan criminal le es ajeno”.

“No conoce a Rodríguez Granthon. Había sido vecino de los Trasante, los conocía, era amigo de los hijos. No tenía ningún motivo”, mencionó Armas y reclamó: “El crimen de Trasante no puede quedar impune pero tampoco llenar los huecos con personas ajenas”.

La mecánica, gritos desde Marcos Paz y una acusación

 

–¡¿Podemos empezar con la audiencia!?

El primer registro del juicio fue minutos antes de las 9: un grito de Rodríguez Granthon. La explicación llegó enseguida con un planteo de su abogada, Mariana Barbitta. Pidió al tribunal presidido por el juez Ismael Manfrín, junto a Paola Aguirre y Pablo Pinto, que el acusado abandonara el zoom porque tenía visitas de su familia.

Los tiempos de la Justicia para definir no respondían a la ansiedad del capo narco.

–Perdón que le pida la palabra señor juez o fiscal...

–No, no, ahora vamos a resolver el pedido que hizo su abogado pero usted debe...

–Bueno, dale, lo escucho pero mi familia necesita respeto, no puedo ver a mis hijos –volvió a interrumpir Rodríguez Granthon desde el zoom y siguió como si él pudiera cerrar el proceso– No tengo nada que ver con la muerte del concejal o el pastor evangélico, no sé quién es.

Su abogada intervino y le dieron permiso. Carolina Leones, presente en la sala, escuchaba las exigencias del acusado en aparente calma.

El primer alegato lo hizo el fiscal Ávila. Traje gris oscuro y camisa blanca con corbata negra, tomó el micrófono y se paró en el centro de la sala, de cara al tribunal. Encuadró el caso como "homicidio doblemente calificado por precio o promesa remuneratoria y con el concurso premeditado de dos o más personas, agravado por el uso de arma de fuego". Detalló la mecánica criminal.

A las 14.52 dos hombres pasaron en un Peugeot 308 con la puerta del acompañante abollada frente a la casa. Dieron la vuelta y lo dejaron estacionado en el pasaje Santa Isabel. Caminaron unos minutos hasta San Nicolás 3638, según los registros de las cámaras públicas y privadas.

A las 14.57, se anunciaron: querían ver a Eduardo de parte de Cati, una de sus hijas. Los atendió Carolina Leones, la mujer del pastor. La dupla ingresó armada y dividió los roles: uno se encargó de reducir a Carolina y el otro fue hacia atrás por un largo pasillo de la vivienda.

Lo llamaron a Eduardo, quien bajó desde la planta alta. El primer tiro le dio en la mano derecha. El segundo, ya con el sicario más cerca, fue fatal: en el cráneo. Jeans y pullover celeste. El cuerpo sin vida quedó tendido al pie de la escalera caracol.

Los asesinos volvieron al Peugeot 308. Se fueron por bulevar Seguí. Dejaron el auto abandonado y fue hallado el miércoles 15 a la madrugada en Barcalá al 4600 (y Uriburu), barrio Tablada, a 400 metros de donde vive Facundo López.

La segunda fue Gabriela Durruty, por la querella. Empezó por recordar la figura de Trasante como “un líder espiritual y social, referente ineludible a la hora de hablar de los hechos de violencia en la ciudad que acompañó hasta último momento a quienes sufrieron lo que él aprendió de la peor manera porque perdió a dos de sus hijos: Jeremías (en el triple crimen) y Jairo (dos años después, en 2014)”.

La abogada calificó el homicidio como un “mensaje” y ubicó al ex pastor como otra de las “víctimas de los sectores más empobrecidos de la sociedad”. Y sobre la acusación compartida con los fiscales, argumentó: “El crimen no se hubiera cometido de la manera en que se cometió sin los cuatro imputados. Rodríguez Granthon puso en marcha la maquinaria para eliminar a Trasante, su aporte fue el de mayor jerarquía e indispensable para cometer el asesinato. Y luego de la ejecución. descartar el vehículo”.

El piloto comercial condenado por causas de narcotráfico “no solo ordenó la compra del auto robado, también hizo una oferta de 500 mil pesos, entendemos que para cometer el homicidio, porque no era un simple robo de un vehículo". Incluso citó una frase de Álvarez, quien entregó el auto a López (de confianza del peruano). “Alta bronca me mandé”, escribió junto con la noticia del asesinato publicada en Rosario3, al advertir que el vehículo utilizado había salido a la luz pública.

Después de la defensa de Gonzalo Armas, fue el turno de Barbitta. La abogada de Rodríguez Granthon rechazó las acusaciones pero reconoció: “Pudo haber comprado y vendido autos robados cuando estaba detenido en Piñero”. Pero los acusadores, dijo, no van a poder probar que quiso matar a Trasante o que lo planificó.

“No están identificados quienes realizaron los disparos. No tenemos ni siquiera el móvil. Mi cliente es inocente en este caso”, señaló y dijo que lo estigmatizan al "caratular las causas contra el peruano”.

Dijo que vio los carteles con preguntas afuera del edificio “¿Quién mató a Trasante?” y lamentó que en el juicio “no lo podremos responder” porque la investigación fue mala.

En su alegado, acusó al fiscal Edery de haber extorsionado a su cliente en una reunión privada en la cárcel. El fiscal le habría dicho, según la abogada, que si no les daba información sobre quién ordenó el crimen lo iban a acusar a pesar de no tener pruebas.

Abrazos y llantos

 

El juicio fue seguido por concejales y diputados de Ciudad Futura (CF) y otras fuerzas, como Caren Tepp, Pedro Salinas, Eduardo Toniolli, Juan Monteverde, María Eugenia Schmuck, Carlos Del Frade, Norma López, Luz Ferradas, entre otros.

Afuera se montaron carpas y un aguante con “la foto del que sostenía la foto”, como suelen referirse al ex concejal que antes de ser asesinado reclamó por los homicidios de dos de sus hijos. “Quisiera no tener que preguntar quién mató a Trasante, no estar acá tan seguido, en una ciudad donde nunca aparece haber un punto de inflexión, con una desigualdad y violencia que nos llevó a conocer al Edu. Tomamos su legado”, dijo emocionada Tepp.

Durruty resumió el proceso complejo de este martes y que seguirá hasta el 15 de diciembre como “muy difícil y trabado”. Este miércoles, día 2, llegará el postergado turno de la ex compañera de Eduardo y testigo clave del crimen.