Sergio Massa sabía que era a todo o nada. Y se fue con el objetivo cumplido, porque dominó psicológica y argumentalmente a Javier Milei durante casi todo el debate de los candidatos presidenciales que se enfrentarán en el balotaje del domingo próximo. Pero, fundamentalmente, porque desnudó que el libertario desconoce demasiados asuntos del Estado que pretende administrar, frente a una audiencia gigantesca que tocó los 49 puntos de rating.

Arrinconado sobre todo en la primera parte, Milei igualmente consiguió también cumplir un objetivo: no desbordarse emocionalmente. Acaso demasiado preocupado por eso, permitió que Massa ocupara el centro del ring, se dejó interpelar por el candidato de Unión por la Patria y, por el contrario, desaprovechó la posibilidad de ponerse él a la ofensiva en temas en los que tenía todo para ganar, como el de la economía.

La disputa verbal se dio más en el terreno de las chicanas, de las falencias del adversario, que en el de las propuestas. Massa se mostró como el político profesional que es. Habló con claridad y seguridad, sin balbuceos. Supo manejar los tiempos para quedarse en casi todos los bloques temáticos con la última palabra. Milei pareció poco preparado, por momentos sin norte y falto de herramientas. Tuvo confusiones e imprecisiones. No pisó el palito cuando Massa buscaba que se sacara, pero sí el de las preguntas que su adversario ametralló en distintos momentos del debate y que él respondió muchas veces de manera poco precisa, transmitiendo inseguridad. Hasta para confirmar que irá por la dolarización, su supuesto caballito de batalla para estabilizar la economía, dio vueltas el libertario.  

De todos modos, uno mejor, el otro peor, ambos lograron instalar dilemas que cada uno de ellos entiende puede torcer la elección a su favor. 

Massa habló de la responsabilidad y templanza que debe tener un presidente. Contrapuso esas cualidades con los conocidos desbordes emocionales, las reacciones violentas y los vaivenes discursivos de su adversario, que al menos esta vez estuvo en calma. Por momentos jugó al límite; por ejemplo cuando sugirió que Milei quiere cerrar el Banco Central como revancha personal porque cuando era estudiante esa entidad no le renovó una pasantía. Massa deslizó que eso fue porque no pasó un test psicotécnico. Además, buscó despegarse del kirchnerismo con una muletilla que repitió varias veces: “Esto no es entre Macri y Cristina sino entre vos y yo”. 

Milei intentó sintonizar con la indignación de quienes padecen la interminable crisis argentina. Aunque recién fue en la segunda parte, enumeró algunas de las cuestiones más vidriosas del kirchnerismo. Apeló al concepto de la casta, que tanto rédito le dio en la campaña anterior a las Paso, para incluir allí al ministro, al que tildó varias veces de mentiroso, lo chicaneó con el apodo “ventajita” y acusó de “delincuente”. En el final, incorporó el discurso de sus nuevos socios políticos, Mauricio Macri y Patricia Bullrich, al señalar que la línea divisoria es entre “populismo y República”.

El país los vio. El país los escuchó. Más allá de lo que pasó este domingo a la noche, cuál será la influencia del debate en la decisión del electorado es una incógnita. Algo está claro: en el balotaje se enfrentan dos modelos de país y dos estilos de liderazgo que son absolutamente contrapuestos.   

El que pega primero

Massa salió a copar la parada de entrada. En el minuto de presentación le arrebató a Milei una bandera, la del cambio, asociándolo a su promesa de encabezar un gobierno de unidad nacional y contraponiéndola a la impronta destructiva del discurso libertario.

La ofensiva massista se reforzó en el primer bloque temático, sobre la economía. Y le salió bien. Porque le hizo una batería de preguntas a Milei en las que le marcó contradicciones entre su discurso de campaña y su plataforma, y el libertario respondió, cayendo en la trampa de la inversión de roles: era un bloque para que fuera él quien arrinconara al ministro por la crisis inflacionaria. Lo cierto es que Massa salió airoso en el tema que podía ser el más complicado para él

La tónica se mantuvo en el bloque sobre relaciones internacionales. Massa ganó otra vez el centro del ring y pegó con las declaraciones de Milei contra el Papa -el peronista hizo que el libertario le pidiera disculpas públicas al “argentino más importante de la historia”- y con sus declaraciones contra China y Brasil, los principales clientes de las exportaciones nacionales.

Milei lo acusó de favorecer a esos países sobre otros y dijo que él puede no hablarse con Lula, pero que eso no debería afectar el comercio entre privados de ambos países. Massa aprovechó para enrostrarle desconocimiento sobre las funciones reguladoras del Estado en la materia y otra vez embrolló al libertario, al que acusó de actuar por “prejuicios ideológicos” y de impulsar tercerizaciones en el comercio exterior que según él llevarían a que el país se convierta en una “guarida fiscal”.

Fútbol y guerra

El peronista apeló también al sentimiento patriótico por Malvinas y consiguió que el libertario ratificara su admiración por Margaret Thatcher. 

Cuando Milei quiso aclarar, oscureció. Dijo que en en el Mundial de 1974 Argentina perdió 4 a 0 con Alemania (en realidad fue con Holanda) y con el criterio de Massa como “Cruyff la rompió e hizo un desastre, vos tendrías que considerar que Cruyff es un pésimo jugador”. La comparación de la guerra de Malvinas con un partido de fútbol no pareció muy feliz. 

Algo de oxígeno

 

Al arrancar el tema Educación y Salud, Milei pareció mejorar su desempeño. Primero aclaró, frente a “la campaña de mentiras”, que “la salud y la educación van a seguir siendo públicas” y que además ambas cuestiones dependen de las provincias. Y, frente a la promesa de Massa de llevar a 8 puntos del PBI la inversión educativa, lo interpeló con la pregunta lógica: por qué no lo hicieron antes.

Massa, de todos modos, volvió la ofensiva en el final del bloque cuando defendió la movilidad social ascendente, algo de lo que el libertario reniega, como un factor asociado a la educación pública.  

La pausa, y el intercambio con sus asesores, le dieron oxígeno a un Milei que terminó la primera parte claramente dominado por su adversario, pero en el bloque de Producción y trabajo pudo meter algunas críticas a la política económica que le habían quedado atragantadas en el inicio del debate.

Pero Massa se escapó por la tangente y metió otro tema urticante para Milei: el de la desigualdad entre hombres y mujeres que el libertario niega. Así, en este punto, cada uno le terminó hablando a los habitantes a las peceras en las que pretenden pescar: Massa busca un respaldo muy mayoritario del voto femenino, Milei cosecha entre los varones enojados.

Las chicanas, también en esta temática, estuvieron a la orden del día. Milei le dijo a Massa que no aprendió nada de lo que le enseñó cuando colaboró con el Frente Renovador, Massa la recordó a Milei que tiene “tres denuncias de plagio” por sus últimos libros.

Coincidencia y más chicanas

En Seguridad todo parecía venir más calmo. Tanto que Massa habló de coincidencias -única vez que esa palabra fue pronunciada en todo el debate- y Milei, que abrió culpando de todos los males al zafaronismo, reconoció que como intendente de Tigre el candidato de Unión por la Patria hizo un buen trabajo en la materia.

Sin embargo, el libertario enseguida chicaneó con que a pesar de ello cada vez que Malena Galmarini, la esposa de Massa se presentó a elecciones en esa localidad perdió. “Debe ser que en todo lo otro fuiste malo o que te conocen demasiado”, lanzó.

Massa contraatacó con la gestión en Seguridad de la actual socia de Milei, Patricia Bullrich. Pero se dio entonces un momento extraño. Massa terminó su argumentación y Milei, en lugar de desplegar su discurso, fue como si naturalizara que su rol era dar explicaciones. "Què me querés preguntar", le dijo a Massa. "Nada, te cedo la palabra", fue la respuesta. "Gracias, te la cedo", replicó el libertario.

Massa lo aprovechó: “No tiene nada que decir, no le interesa, no estudió. Yo este tema lo tomo como un tema personal”.

Milei quiso responderle pero se embatató, cuando al aludir al narcotráfico en Rosario le advirtió que tuviera cuidado en no invadir competencias que no les corresponden a la Nación. 

“Si tengo que poner todos los recursos federales para ayudar a Rosario y Santa Fe lo voy a hacer”, dijo Massa y tomó así la oportunidad de hablarle al electorado de un distrito clave. 

Milei la embarró aún más. Dijo que después está el riesgo de que juzguen a esos efectivos por “lesa humanidad”, ante lo cual Massa le contestó que confundía Fuerzas Armadas con fuerzas federales de seguridad.

Poco sobre la dictadura

 

En el bloque sobre derechos humanos y convivencia democrática, el último del debate, hubo sorpresa. Porque el tema de los crímenes de la dictadura pasó casi de largo: apenas si fue mencionado por Massa en sus dos minutos iniciales. Acaso el peronista entendió que la cuestión ya había quedado suficientemente desarrollada en el debate de los candidatos a vicepresidente, Agustín Rossi y Victoria Villarruel, y que en su necesidad de conquistar votos de sectores no tan interesados en ese tema había que ir por otro lado.

De hecho, lo que buscó en este tópico el ministro de Economía fue mostrarse como un dirigente moderado, de consenso, respetuoso de las opiniones diferentes a la suya, capaz de conducir “una nueva etapa en acuerdo y sin armas libres en la Argentina”. 

Milei, en tanto, sostuvo que este “este es un gobierno criminal, autor de delitos de lesa humanidad con la cuarentena”. Llamó la atención su manejo de las cifras: dijo que con un buen manejo sanitario el país hubiera sufrido 30 mil muertes (el número de desaparecidos que su sector niega) y no las 120 mil que tuvo.

Los cierres

 

En el cierre Massa aprovechó para salirse de atrás del atril, acercarse un poco más físicamente a los televidentes, hizo una apelación sentimental y les habló a aquellos que lo van a votar no porque lo quieran sino por el miedo que genera el otro “camino, que es de violencia, odio y daño”.

Milei, en tanto, apeló al planteo continuidad o cambio, con palabras propias -volvió a hablar contra la “casta parasitaria” y de “decadencia o crecimiento económico”- y prestadas por el macrismo: por primera vez planteó el dilema “populismo o república”.

Así, quedó expresada una vez más la verdadera batalla del balotaje: ¿ganará la bronca o el miedo?