El problema es nacional, no de una ciudad o de una provincia, y es fundamental, tanto o más que la tarea policial, sostener políticas e intervenciones sociales desde el Estado en los lugares donde las bandas narcocriminales captan a sus integrantes. La otra pata es combatir la corrupción que el dinero narco genera en las fuerzas de seguridad y la política. Sergio Fajardo, ex alcalde de Medellín y ex gobernador de Antioquia, entiende que esas son las claves para afrontar la crisis de violencia que genera el accionar despiadado del delito organizado en Rosario.

Fajardo, entrevistado en el programa Radiópolis de Radio 2, se mostró bien informado de la problemática que atraviesa la ciudad. Advirtió en base a la experiencia colombiana que son fenómenos que tienden a crecer rápido y que a la vez son muy difíciles de controlar y superar, por lo cual combatirlos lleva tiempo. En el caso de su país, marcó el inicio de la crisis en el año 80. Pero también buscó dimensionar la magnitud que tiene en un lugar y en otro: en 1992, dijo, Medellín tuvo una tasa de 375 mil homicidios por cada cien mil habitantes. “Era la barbarie”, describió. En Rosario la tasa de homicidios de 2023 estuvo alrededor de los 20 homicidios cada cien mil habitantes. Mucho menos que cuando fue el pico en Medellín, que hoy consiguió bajarla a 13,9 casos cada cien mil habitantes, pero cinco veces más que el promedio de la Argentina.

“Este es un tema largo. En Colombia es un problema que lo recibió toda la sociedad y el Estado nacional lo afrontó como propio. Toda Colombia está unida alrededor de la lucha contra el narcotráfico y Medellín recibió atención especial del Estado colombiano”, enfatizó el ex alcalde de esa ciudad.

Uno de los obstáculos fundamentales para la lucha contra el delito organizado, entiende Fajardo, es la corrupción que “afecta a las instituciones de la policía y de la política”.

“Muchos han hecho pactos. Ese es uno de los poderes que tienen porque manejan unas cifras extraordinarias y al que tiene precio lo van a encontrar”, enfatizó. 

Para él, la posibilidad de pactar con el delito para que bajen el nivel de violencia no es un camino viable. “Al narcotráfico hay que enfrentarlo, conjugando varias acciones. Se necesita la acción de la policía, de la Justicia y naturalmente son urgentes siempre las intervenciones sociales porque esto tiene raíces sociales que son importantes y no se pueden dejar de lado”, advirtió.

En ese sentido, amplió: “Necesitamos una buena policía, hay que tener buena Justicia que pueda investigar las estructuras criminales. Hay que seguir el dinero, dónde está la plata, porque lo que uno ve es una parte de ese mundo. Pero la plata está en otro lado y hay que saber dónde está. Y además de tener cuerpos de elite tanto en la Policía como en la Justicia, porque tienen que ser los mejores, para investigar todo esto, también hay que poner grupos especiales para hacer intervenciones sociales; identificar ese mundo joven de hombres que está en la puerta de entrada a la criminalidad, personas usadas en el mundo narco para dar batallas asociadas con la narcotráfico”.

Todo eso, para Fajardo, supera las posibilidades de un municipio o de un gobierno provincial. “En Colombia el alcalde tiene que trabajar con el presidente de la República y todo se coordina desde el gobierno nacional. El problema no era de Medellín sino del Estado nacional”, remarcó.

Fajardo sostuvo que los operativos de saturación pueden ayudar a dar alivio temporarios para la violencia en los territorios afectados por ella. Pero advirtió que eso no se puede sostener toda la vida. “Lo único que puede quedar toda la vida es la presencia del Estado para trabajar en todas las causas”, insistió. 

“A Rosario hay que cuidarla, es parte de la Argentina. Como nos cuidaron a nosotros en Medellín desde el Estado nacional”, enfatizó Fajardo. 

Y también dijo que es correcto poner la lupa sobre lo que pasa en los penales: “Las cárceles son espacios de desarrollo del mundo de la corrupción y muchos líderes narco están más cómodos conduciendo la criminalidad desde allí que en las calles, donde pueden ser alcanzados por las persecuciones”.