El 16 de diciembre de 1982, 100 mil personas protagonizaron la "Marcha por la Democracia", convocada por “la Multipartidaria” integrada por sindicatos y partidos políticos. Fue una movilización con incidentes, heridos y un fallecido (Dalmiro Flores, un obrero metalúrgico de 28 años). El petitorio a la dictadura cívico-militar exigió la vuelta a las urnas.

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El gobierno de facto se vio empujado a hablar de elecciones y en un primer momento propuso dejar el poder en marzo de 1984. Después, esa fecha debió ser adelantada por el desgaste del proceso criminal encabezado por las Fuerzas Armadas. Las protestas sociales crecían desde la derrota de la guerra de Malvinas en 1982.

El 28 de febrero de 1983, el último dictador Reynaldo Bignone confirmó el cronograma electoral: fijó los comicios para el domingo 30 de octubre. En ese momento, señaló: “90 días más tarde, es decir el 30 de enero de 1984, será entregado el poder a quienes resulten electos”.

Sin embargo, el traspaso no sería en marzo del 84, ni en enero, sino el 10 de diciembre de ese año 83. La dictadura se había quedado sin tiempo.

Bignone, meses más tarde, al hacer balance a un año de su gestión como presidente de facto, reconoció: “La Nación necesita la democracia” (Ver desde minuto 3).

“Una delimitación entre la vida y la muerte”

 

Antes de reabrir las urnas, la convocatoria para elegir miles de cargos vacantes implicaba un desafío para los partidos políticos. Debían reiniciar la maquinaria interna que los represores habían congelado y prepararse para dar la batalla de las ideas en un terreno fangoso.

“La disputa por el poder político siempre adquiere la modulación de una lucha, por organizar y movilizar al demos o pueblo, por conseguir votos en los territorios, una lucha por ofrecer el mejor argumento y hacerlo aparecer como el mejor programa”, señala a Rosario3 Cecilia Lesgart, profesora de teoría política de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) e investigadora del Conicet.

“Pero –diferencia Lesgart– en 1983 no estaba solamente en discusión si la política era una disputa por el poder sino qué forma iba a tener en el espacio público porque todavía, mientras se organizaban las elecciones tendientes a desplazar a la dictadura que había llegado con el golpe de 1976, era todavía una delimitación entre la vida y la muerte”.

La politóloga destaca la importancia de reubicar la confrontación “en un espacio discursivo”. “Las propuestas de las presidenciales del 83 tenían como herramienta fundamental la palabra, que es una herramienta de combate que no mata. Y lo que se estaba intentando desplazar era precisamente esa política represiva y opresiva de la vida pública que había instalado la dictadura y que había llegado a desaparecer (y asesinar y torturar) miles de personas”, desarrolla.

De las internas cerradas a las Paso

 

En ese marco, el primer paso concreto de la transición llegó el domingo 12 de junio 1983, con el inicio de las internas de la Unión Cívica Radical (UCR). El Movimiento de Renovación y Cambio encabezado por Raúl Alfonsín se enfrentó a la Línea Nacional de Fernando De la Rúa.

El alfonsinismo se impuso por amplio margen. El proceso por distritos continuó hasta julio cuando la diferencia a favor del abogado de Chascomús se hizo indescontable. De la Rúa desistió (al final fue candidato a senador nacional por la Capital Federal).

Se trató de un proceso muy distinto a las actuales Primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (Paso). Desde 2009 existe la “Ley de Democratización de la Representación Política, la Transparencia y la Equidad Electoral” que justamente abre los procesos internos y no solo los afiliados optan entre precandidatos.

La politóloga Lesgart introduce ahí una pregunta para abrir diferencias en los procesos de 1983, con afiliaciones masivas a los partidos y mucha “efervescencia”, y este 2023 más apático: “¿Una vida democrática vigorosa necesita de una vida partidaria interna?”.

“Algo que muestran estos 40 años de democracia, y tal vez ciertas diferencias en los climas de época, es precisamente que en el 83 había una gran expectativa política por la consolidación democrática que se llevaba adelante con los partidos. Partidos que demostraban tener interés por organizar al electorado y una vida interna vigorosa. En este 2023 ese panorama se ha transformado”, diagnostica.

Ante esa carencia de “programas y luchas internas, de alguna manera las Paso muestran la imposibilidad de los partidos políticos de organizar estos debates, de llevar adelante un programa, contener la disciplina partidaria y por eso hacen que los ciudadanos y ciudadanas votemos los cargos electivos, porque esa vida partidaria parece estar muy debilitada”.

Campaña sucia y promesa de futuro

La UCR llegó al mes de agosto con el partido movilizado y una fórmula: Raúl Alfonsín y Víctor Martínez. “Ahora Alfonsín”, fue la marca de la campaña, además de citar el preámbulo de la Constitución en los actos. 

(Cierre de campaña: ver desde minuto 10)

En el caso del Partido Justicialista (PJ), hubo un acuerdo entre los máximos dirigentes: Ìtalo Luder candidato presidencial y Deolindo Bittel, como vice. “La fórmula de la unidad para la revolución en paz”, definió un spot de campaña.

Para Lesgart, el dirigente radical “logró interpretar que la democracia que se iba a construir en ese momento tenía que moverse en un terreno discursivo y pedagógico, una lucha política que no mataba y fue quien logró después triunfar en las elecciones presidenciales”.

En ese camino, la profesora de Teoría Política III en la Facultad de Ciencia Política local recuerda el uso de “recursos argumentativos por ejemplo el recitado laico de la Constitución nacional, eso fue un recurso poderosísimo en la controversia política de 1983 y en contraposición a Herminio Iglesias, que era candidato a gobernador de Buenos Aires, quemando un cajón de muertos con un cartelito de la UCR”.


Con las fórmulas afianzadas, Alfonsín denunció (sin pruebas) que existía un “pacto militar y sindical” para garantizar la impunidad a los crímenes de lesa humanidad si el PJ se imponía. La respuesta a la acusación era que el radical era el candidato de la Embajada de Estados Unidos y se vendía como una Coca Cola.

La “Revista Somos” del 6 de mayo de 1983 y un afiche de la Juventud Peronista.

¿Ese fue el tono de toda la puja electoral, eran más limpias o sucias las campañas de hace 40 años? “Yo correría el eje", propone Lesgart y completa: "Diría que sin dudas 1983 tenía un contenido político, programático y una expectativa mucho más poderosa que la de este 2023. La promesa de construir un futuro democrático, cuando la democracia liberal y representativa no era un patrimonio común en nuestro país, ese clima de época el alfonsinismo no fue el responsable aunque sí su promotor fundamental”.

Voto directo y reeleción

 

Las elecciones serían el 30 de octubre de 1983. Apenas una semana de diferencia (y 40 años) con la fecha de las generales de este 2023, que están programadas para el domingo 22. El otro cambio en este lapso es de sistema. Aquella vez no hubo voto directo sino mediante electores. Se elegían 600 quienes, a su vez, determinaban quién ocuparía el Poder Ejecutivo (con 301 se ganaba). 

Lesgart aclara que los comicios de 1983 "se rigieron por la Constitución reformada en 1957, que es la Constitución de la autodenominada Revolución Libertadora, devenida del golpe de 1955 cuando todavía había sufragio indirecto de la candidatura presidencial, y por eso Alfonsín fue elegido con Colegio electoral (voto indirecto)".

“El voto directo y el acortamiento del período presidencial (pasó de 6 años a 4 con reelección) son resultados del Pacto de Olivos que antecedió a la reforma constitucional de 1994 y que habilitó la reelección de Carlos Menem", explica.

"En ese proceso también se introduce el balotaje, la figura del jefe de gabinete, la autonomía de la Ciudad de Buenos Aires y se jerarquizan los partidos políticos”, enumera la docente de la UNR entre otros puntos que implicó aquella ampliación. Parte de la evidencia de una democracia en permanente modificación. Como un cuerpo vivo que cumple 40 años y que, pese a sus deudas y cuestionamientos, vuelve a ponerse a prueba este 2023.