Dentro de los sentidos, el tacto es aquel que mantiene en constante contacto con la realidad siendo además el primero que se desarrolla en los recién nacidos. A través de estudios previos, se conoció cómo la forma más directa de interacción con el mundo es positiva tanto para la salud física como mental, pero no se tuvieron en cuenta la influencia de otras variables como los tipos de contacto o quiénes los propician.

En el último número de la revista Nature Human Behaviour se publicó una revisión sistemática junto a un metaanálisis de 212 estudios con 12.966 participantes que permitieron explorar las ventajas de las caricias. Asimismo, se hallaron pruebas sólidas de beneficios para la salud en adultos que practicaban el contacto físico con otros seres humanos u objetos, incluidos robots o almohadas para abrazar.

“Nuestro estudio es importante porque las intervenciones táctiles pueden ser una herramienta muy poderosa para mejorar el bienestar de la población general”, explicaron los investigadores. Sin embargo, necesitan conocer cuáles son los factores moderadores que influyen en su eficacia.

El poder del abrazo

Los autores hallaron mismos beneficios para la salud física y solo ligeramente inferiores para la salud mental cuando los humanos tocaban a otros humanos en lugar de a un objeto. Esto resulta muy importante para las personas que no tienen contacto con otros, por soledad o enfermedad. La pandemia fue una muestra de ello y puede servir como ejemplo para futuras investigaciones vinculadas a esta temática.

Por otra parte, la frecuencia de las caricias también parece tener importancia, ya que las intervenciones más frecuentes tuvieron efectos más beneficiosos. De la misma forma, fueron eficaces para mejorar la salud mental tanto de poblaciones clínicas y sanas por igual.

Sin embargo, no hubo diferencias en función del tipo de contacto (como masajes o abrazos). “Los masajes, abrazos o caricias parecían ser igual de eficaces. La duración de la caricia tampoco era importante, pero sí la frecuencia de la intervención. Así que recibir un masaje a menudo es mejor, pero no tiene por qué durar mucho tiempo”, explicaron.

En este sentido, relataron que las personas que acudían a un masajista mejoraban tanto como las que recibían caricias de un amigo o de su pareja. Sin embargo, en los recién nacidos la situación era distinta, ya que los bebés mejoraban más cuando eran sus padres los que los tocaban que cuando lo hacía una enfermera.

Sólo con consentimiento

Los autores también observaron efectos más potentes cuando se tocaba la cabeza (por ejemplo, la cara o el cuero cabelludo) en comparación con otras partes del cuerpo, como el torso, y que el tacto unidireccional era más beneficioso que el bidireccional.

El consentimiento resulta imprescindible para mejorar los síntomas de dolor, ansiedad y depresión en humanos. Si existe y hay deseo de contacto, solo se puede aconsejar que las interacciones táctiles se incorporen más a los contextos terapéuticos.

“Podría ser una acción complementaria a las terapias existentes en, por ejemplo, síndromes de dolor o trastornos depresivos: dar a las personas, por ejemplo, una manta con peso o un robot social, o buscar más contacto en su entorno”, sugirieron. 

Próximas investigaciones

Los autores sugirieron que los trabajos futuros deberían explorar la eficacia de diferentes intervenciones táctiles en ensayos controlados de gran tamaño para garantizar la solidez de estos resultados.

Además, podrían examinar si las interacciones táctiles son igual de eficaces en diferentes culturas, ya que la mayoría de los estudios actuales proceden de culturas de países de ingresos medios y altos.

 

Fuente: SINC.