“La vejez es un momento en el andar de la vida, es decir, un momento de la vida que tiene sus particularidades y como todo momento que se está viviendo, o que se comienza a vivir, el ser humano se va  enfrentando con lo particular, lo novedoso. En el caso de la vejez. Esta palabra tiene en nosotros una fuerte pregnancia asociada a la decadencia, a la pobreza, a la pérdida de la memoria, al final.

Yo pienso que no tiene que ser para nada así, en la medida que cada uno se anime a resignificarla, a reubicarla como una experiencia personal, como una ocasión para hacer algo. Y a esto lo veo para cada uno de los momentos por los que cada uno, va entrando en la vida”.

Más adelante, Juan Merchetti, comenzó a desovillar la madeja de una pregunta que involucra a más siete millones de habitantes de nuestro país:

LA VEJEZ

“Se trata de un recorrido, que no tiene edad, ni tiempo, hay que procurar encontrar ´objetos posibles´.

Yo le diría a la persona que está transitando esa etapa, que la incluya en su vida, y que lo pueda vivir como un desarrollo evolutivo. Es un momento de la vida para preguntarse – porque donde hay preguntas hay vida -, y que las preguntas no cesen, porque, a veces la vejez puede ser ese momento en el que cesan las preguntas; como que “ya está todo hecho”, “ya está todo dicho”. Darle lugar a las preguntas, teniendo en cuenta las particularidades de cada uno. Por ejemplo: ¿qué cosas pueden ser ocasión de placer, al modo del buen momento propio de  este tiempo de la vida.

EL MOMENTO PARA ´HACER COSAS´

Sería como encontrar ese lugar para hacer cosas. Uno va descubriéndose en el cuerpo que ya no es el mismo, en la memoria que no es la misma, en la fatiga muscular, teniendo en cuenta que es el cuerpo que tiene su tiempo, un recorrido, pero ese cuerpo como decía Freud, es un cuerpo revestido, investido libidinalmente, erogeneizado, tal como se va produciendo durante todo el historial de la vida, desde el inicio, del individuo; cuando uno es chico cómo va empezando a gozar en relación con su madre; éste, también, es otro momento de la vida donde no hay que permitir poder erogeneizar el cuerpo, en el sentido de ese goce, en cada momento de la vida, en las relacionas sociales, y sobre todo en los vínculos. Yo creo que si uno advierte dónde puede encontrar esos pequeños goces de la vida, resulta un tiempo de la vida interesante. Esto se dará siempre y cuando el individuo no se encuentre agobiado por las necesidades.

Lamentablemente vivimos en un contexto social, en un país que no facilita al adulto mayor, al “viejo”, el disfrute de su vida. A pesar de esto no hay que resignar la posibilidad de disfrutar de algo. Y rebelarse a que las circunstancias que condenan a uno a la vejez, designando viejo a quien está transitando por ese momento de su vida, no afecte la predisposición a disfrutar del momento.

Todos podemos observar cómo la pobreza empuja al abandono, al dejarse estar, a la queja inútil y permanente que desgasta y es tan poco efectiva. Creo que debemos reaccionar frente a todo esto: a nadie debemos atribuirle la capacidad de que nos prive de gozar de algo de la vida. Saber hablar, saber decir para reclamar para no quedar detenido en esos reclamos legítimos, sino buscar por los medios posibles, ocasiones de goce. Ese goce que es paladear la vida porque ya hay un largo trayecto que nos ha advertido que se puede gozar con poco. Lo que no es sino agregarle calidad de vida a nuestra vida. En esto no hay que retroceder.

Una de las preguntas a hacerse sería, ¿y ahora qué puedo hacer con todo eso aprendido?

Intuyendo que donde hay preguntas hay vida, que las preguntas sostienen la vida, en el sentido que es la búsqueda. Es la marca con la que arrancamos, cada uno, nuestra historia de vida y que nos ha sostenido hasta este momento: buscando y encontrando cosas, con aciertos y con errores. Y con penas, tal vez. Entendiendo que hay dolores, pero que estamos en un momento de nuestro recorrido”.

ANIMARSE A SALIR

“El aislamiento es la contratara de la vida gozosa. La pandemia nos ubicó en el fantasma del encierro, en el que no optábamos quedar en casa sino éramos obligados a estar encerrados. Hay situaciones de las que uno va saliendo de a poco y que es animarse a salir. Animarse a volver a buscar fuera, en la vida, las ocasiones gratas, lo que nos propicien bienestar”.

 

Juan Marchetti, psicólogo, matrícula 279.