El equipo de trabajo descubrió, entre otros puntos, que algunas regiones son más susceptibles que otras, algo que resulta útil para estudiar "qué funciones se verían más perjudicadas y qué estrategias se podrían desplegar para sostenerlas".

“Los efectos van a depender del tipo de nutriente que falte y su duración, del momento de formación en que se encuentra el feto o si la restricción alimentaria continúa más allá del nacimiento”, dijo Paula González, investigadora del Conicet, integrante de un laboratorio que investiga el déficit de proteínas, uno de los más comunes en poblaciones vulnerables.

El trabajo que González lideró, en colaboración con investigadores extranjeros, publicado en la revista científica Plos Once, se llevó adelante sobre un grupo de 140 mujeres con sus hijos pertenecientes al pueblo Masai, en Tanzania, al este de África.

El interés por esta etnia reside en una práctica cultural por la cual las embarazadas reducen la ingesta de alimentos prácticamente a la mitad durante el último trimestre para limitar el crecimiento del bebé y disminuir los riesgos asociados al parto, teniendo en cuenta que viven muy aisladas y no tienen acceso a centros de salud.

Si bien una hipótesis extendida en la literatura científica indica que el crecimiento del cerebro sería uno de los procesos menos afectados en comparación con otros tejidos, la realidad de la población estudiada mostró que, contrariamente a lo esperado, se encontraron con que el perímetro cefálico "se reducía de manera significativa en los bebés con respecto a las medidas estándar”.

A nivel nacional, el equipo llevó a cabo un estudio basado en datos de 34.455 mujeres incluidas en los Programa Sumar y su antecedente, el Plan Nacer, políticas públicas de acceso a servicios de salud para personas sin cobertura formal, entre 2006 y 2014.

Analizando las medidas de bebés nacidos en ese lapso, concluyeron que en un 5% de los casos presentaban un perímetro cefálico inferior a los rangos normales y que, si bien en los primeros cinco años de vida gran parte de ellos alcanzaba valores esperados para su edad, en general eran chicos que se mantenían por debajo del resto.

“Tener registro del recorrido desde la gestación o el nacimiento y continuar el relevamiento de información es fundamental para conocer las trayectorias y poder establecer si hubo períodos de restricción de crecimiento o de recuperación”, dijo Jimena Barbeito, otra investigadora del Conicet.

El trabajo también mostró que algunas regiones del cerebro son más susceptibles que otras, algo que, confían las investigadoras, puede ser útil para comenzar a pensar qué funciones pueden verse más perjudicadas y qué estrategias se deben desplegar para sostenerlas.

El próximo paso consiste en un proyecto más completo -desde el 2021- en colaboración con los Centros de Atención Primaria de la Salud (CAPS) del Conurbano Sur, que incluirá un seguimiento de las mujeres embarazadas que allí se atiendan, y que comprenderá información sobre sus hábitos alimenticios así como la recolección de datos como peso y talla.