Una mujer de 27 años vinculada con el negocio del narcomenudeo, aprehendida el pasado miércoles en allanamientos en el Fonavi de Donado y Mendoza, quedó ahora en prisión preventiva por 90 días por resolución de la jueza Silvia Castelli. El delito se refiere a la tenencia de poco más de 100 gramos de cocaína, una pistola y alrededor de 400 municiones, todos elementos incautados en un departamento de la torre de Forest 7591 en el marco de una redada que tuvo en la mira a una de las tantas encarnaciones territoriales de la banda de los Funes.

La imputación bien podría considerarse la punta del iceberg de una investigación mayor sobre el clan Funes, uno de los más violentos de la ciudad, encabezado por Alan y su hermano Lautaro alias Lamparita, en su incursión reciente por el Fonavi de Donado y Mendoza o Supercemento, lejos de su zona sur natal, la zona por la cual desde 2016 se precipitaron a la crónica roja.

Lo cierto es que la imputada, Ailén Cabral, de 27 años, no estaba investigada a priori, pero sí el domicilio que habitaba, donde personal de la Tropa de Operaciones Espaciales dio con 115 gramos de cocaína (una parte lista para la venta en envoltorios de 0.2 gramo), una balanza de precisión, bolsitas de nylon, hojas con anotaciones; 1.5 millón de pesos y 4.320 dólares; una pistola 9 milímetros marca Taurus y 400 municiones.

Un dato sobrecogedor es que en el domicilio que oficiaba de aguantadero los investigadores se toparon con un bebé de 8 meses y otros seis niños de entre 3 y 10 años. Al final del día los niños fueron entregados a una allegada de la detenida. Tres de los chiquitos son sus hijos y los restantes estaban bajo su custodia. Cabral aseguró que había alquilado el inmueble recientemente.

El fiscal Franco Carbone le achacó tenencia de estupefacientes con fines de comercialización y tenencia ilegal de arma de fuego de guerra, en concurso real y en calidad de autora y quedó en prisión preventiva por al menos tres meses.

Cabral, según fuentes del caso, estaría vinculada sentimentalmente con Brandon Bay, un hombre que ganó espacio en la crónica policial como el sanguinario cabecilla de la banda llamada Los Gorditos, que supo operar en el barrio Tiro Suizo y en la localidad de San Lorenzo. En el departamento allanado, la TOE dio con una credencial de visita a la cárcel de Ezeiza a nombre de Cabral, quien está anotada como “novia” de Brandon. El recluso purga una condena a prisión perpetua por homicidios y narcotráfico en el mismo penal que Alan Funes.

Soldaditos, venta de drogas, amenazas que tornaron el barrio en una zona hostil para desgracia de los vecinos trabajadores. Innumerables llamados al 911 e intervenciones policiales por balaceras a departamentos, homicidios y, también, detención de personas armadas y con bagayos de droga. Todo eso está documentado desde mediados de 2022 como datos de contexto en esta investigación encabezada por el fiscal Carbone con auxilio de la TOE y Asuntos Internos.

Pareciera, ahora, que el Estado busca hacer pie en una zona que tiempo estaba a la buena de Dios. Al menos desde el enfoque penal y punitivo. En la investigación, a la que tuvo acceso Rosario3, no figura aporte alguno de personal de la Subcomisaría 22ª, la precaria seccional del territorio. Allá por septiembre de 2022, la dependencia recibió una amenaza telefónica. “Dejen de meterse donde no es que voy a ir a la comisaría y los voy a cagar a tiros a vos y a todos, yo no tengo problemas en ir”, dijo una voz anónima, pocas horas después de que uniformados que jugaban de local arrestaron a tres soldaditos fuertemente armados y con tres panes de marihuana y varias piedras de cocaína, en Cochet y Donado.

Otro punto sobresaliente que dejó la audiencia fue el pedido de “cese de estado antijurídico” de un aguantadero sin numeración ubicado en Derqui al 7500. En otras palabras, la demolición de esta finca que “no corresponde al plan edilicio de dicha zona”. El lugar está señalado como punto de fraccionamiento de drogas y venta.

Los vecinos lo ven a diario: “A partir de las 19 hasta la madrugada comercializan estupefacientes en bolsitas y también consumen ellos”, señala un anónimo que llegó al 911. 

Otros dicen que los que venden “no son del barrio”. Como sea, el búnker como punto físico mutó: hoy día se habla de un playón a cielo abierto, donde los pequeños bultos de droga que manejan los soldaditos son escondidos en vehículos abandonados, casillas de gas u otros escondrijos. La arquitectura del Fonavi se presta para eso. 

Cuando todavía no había amanecido, en inmediaciones de esa construcción precaria de Derqui, el personal de irrupción identificó a dos mujeres. Y lo que llamó la atención –y quedó asentado en un acta– es que una de ellas quiso descartar celulares y una bolsa que tenía nada menos que diez mil dólares y 300 mil pesos, señalaron fuentes del caso.