Los gatos tienen mala fama (injusta, por supuesto). De ellos se dice que son especuladores, traicioneros, distantes. En cambio, los perros se consideran “los mejores amigos del hombre” porque son leales, cariñosos, protectores, obedientes, etcétera. Ya lo dijo alguna vez la novelista francesa Colette: “Nuestros compañeros perfectos nunca tienen menos de cuatro patas”.

Pero hoy los gatos son los protagonistas y hay muchas razones por las que vivir con un gato es mejor que con un perro (aclaro que la balanza puede que no esté equilibrada porque que quien escribe tiene una gata). A saber:

Sabemos que los gatos eran dioses en el antiguo Egipto, por lo tanto, admirados y venerados.

Son independientes, pero eso no los hace menos cariñosos, al contrario, demuestran su amor cuando realmente lo sienten.

No necesitan salir a la calle a pasear.

Son divertidos y ocurrentes. Cuando menos lo esperás, te sacan una sonrisa.

Les gusta jugar con sus dueños.

Son muy pero muy limpios.

Convierten una casa en un hogar.

Entre los beneficios para la salud humana se destaca la reducción del estrés, la mejora de la calidad del sueño y por lo tanto, la salud. Y por si fuera poco, tienen efectos terapeúticos sobre la salud mental.

Siempre imaginé llegar a casa, abrir la puerta y que aparezca un perro moviendo su cola, con esa fiesta que ellos saben hacer.

Ni en mis sueños más locos aparecía convivir con una gata que cada vez que llego, ni bien escucha el ascensor, maúlla con tal vehemencia detrás de la puerta que me desespero por entrar. Una vez que cruzo la puerta, ella maúlla un rato más, se frota contra mis piernas y con unos movimientos suaves, se acuesta en el suelo panza arriba. La acaricio. Ella responde a los mimos con un sonido mágico: el ronroneo, esa muestra de amor y felicidad.

Entonces, aunque llegue cansada, de mal humor, el final del día se transforma porque esta gatita mía hace que tome otra dimensión. Ya van siete años de convivencia felina con mi pequeña diosa Merlina.

¿Cómo es vivir con un gato o gata? Van algunas escenas gatunas:

Siempre encuentro algún pelo suyo en mi ropa (sonrío, es una batalla perdida)

Cuando caza algún insecto, me lo trae como su regalo más valioso (me quedo sin palabras)

Si ella se acomoda en una posición para dormir, no vale moverse (no se me ocurriría molestarla).

Tengo algunas cajas por la casa (son su pequeño paraíso).

Mientras escribo está acurrucada en mis piernas. Ronronea. (Somos felices).

Los perros piensan a sus dueños como dioses, los gatos lo piensan como esclavos, dice el refrán (doy fe)

Nunca te arrepentirás de tener un gato (lo garantizo).

Tienen un encanto irresistible. Un ex novio, al que no les gustaba para nada los gatos, cuando nos separamos quería quedarse con mi gata.

En el silencio de la noche, abrazada a mi gata, siento el latido de su corazón y no me cabe duda que compartir la vida con un animal es un verdadero milagro. Algunos dicen que ese lazo emocional entre un humano y un animal es tan fuerte que “sus corazones se sincronizan”.

Luego de debatir con una amiga del “team perro” sobre las virtudes de cada uno coincidimos en algo: los animales nos hacen la vida mejor y nos enseñan una forma de amor único.

En el libro El encanto de la vida simple de Sarah Ban Breathnach señala: “Los perros traban amistad fácilmente, son leales y no son caprichosos. Los gatos son espontáneos, se sienten satisfechos de vivir en el presente. Son pequeños maestros del zen, maestros inescrutables que cambian el pelo y arañan y han venido a enseñarnos la paradoja del no hacer nada en un mundo frenético donde siempre hay que hacer cosas”.

Para celebrar a los dioses felinos: un libro y un álbum de música para gatos.

El libro El señor peludo de May Sarton, basado en las aventuras de Tom Jones, el gato de May Sarton a quien ella llamaba con ternura “Señor Peludo”, narra las alegrías y tribulaciones que supone compartir nuestra vida con un gato.

Si a nuestro amigo le gusta la música: El primer disco de música con composiciones especialmente pensadas para felinos: Music for cats de el violonchelista David Teie. Incorpora sonidos como ronroneos y maullidos que relajan al gato.