“Me aterroriza que un paciente no tenga atención. Sería lo peor que nos pudiera pasar”. La frase la dice una médica, paciente covid y que además es ministra de Salud.

Sonia Martorano dio el jueves pasado positivo y se le rebela a la noticia aumentando la dosis on line de su trabajo. En una entrevista informal ante alumnos de la Carrera de Comunicación Social de la Universidad Católica Argentina, la ministra intentaba transmitir los esfuerzos logísticos de una gestión sanitaria que no da respiro a quienes son hoy la única herramienta de pelea: el personal de salud.

Combustible democrático: el disenso y la libre expresión. El sábado huyendo del encierro en otras de las movilizaciones a favor de la “República” un muchacho expone un cartel con una frase ruda: “Médicos Cómplices. TV=Engaño”. Hay algo raro en ese aire. Para el señor el covid es la excusa del control social de los Estados autoritarios. 

Hablando con Adolfo Rubinstein en Radio2, el pasado 2 de setiembre, el ex ministro y devaluado a Secretario de Salud en la gestión de Macri, dijo que si bien el confinamiento como único recurso no es una herramienta que combata al virus hubo decisiones que se tomaron correctamente. “La cuarentena fue una muy buena decisión. Viendo lo que sucedió en Europa, permitió moderar el ascenso de la pendiente de casos, donde el sistema de salud no estaba preparado para enfrentar la pandemia. Comprar equipamiento, insumos, etc". 

Está claro. Esto es una pesadilla. Una peli de ciencia ficción pero de carne y hueso. Vivimos lo que alguien imaginó en un guion clase B de Hollywood. Gente asustada con sus barbijos y sanitizantes para ir a hacer las compras. Nuestros niños sin ver niños, ni cumpleaños, ni escuela, ni clubes. 

Es decir, nacimos para vivir distinto. El encierro acuevado y superprotector remite a bombardeos en tiempos bélicos (nuestro abuelos huyendo de la Europa en guerra), las persecuciones criminales en tiempo de dictadura o quizás (afinando el lápiz) donde el barrio espeso le mete bala a nuestras narconoches. Encerrados, temerosos, huyendo del peligro. 

Celebramos como victorias las calles tomadas por nuestros mejores ánimos. El ranking de las convocatorias públicas es atesorado con su aplauso anímico. Cuanta más cantidad de gente en la calle, mejor. En una movilización, en un acto, en un recuerdo. Las calles cuando son nuestras, resplandecen con la mejor brillantina: 
-Alfonsín en 1983 / cien mil personas
-Spinetta Páez en 1986 / ciento diez mil personas
-El campo contra la 125 2008 / 300 mil personas
Y así. 

Ayer la primavera estuvo vacía. El Estado asumió un rol de controlador anti picnics con cómoda (e inevitable) convicción. Todos adentros, encerrados, co. la maldita Play, los ordenadores y cuan sótano oscuro nos procuremos. No nacimos para esto. Esto que pasa es un defecto del sistema, pienso. Hay maneras de ser creativos y rebeldes para disfrutar la juventud en un depto. de 40 metros cuadrados? Prendeme la play, má. 

“Vamos a tener que convivir con el virus un tiempo largo. Hasta que se vacune toda la población y eso nos va a llevar todo el 2021”, había sugerido Rubinstein en Radiopolis contrariamente a sus compañeros movilizados y acordando con el resto de los médicos que apuestan sus energías en una trinchera desigual.

¿La vida está en otra parte? En Madrid en estas horas restringieron la circulación de casi un millón de personas, en Alemania hay pueblos bloqueados por nuevos brotes, en Italia hay alarma por la circulación en las fronteras, en Londres se anuncia un toque de queda para la circulación de personas a las 10 pm. ”La orden la dará Boris Johnson en medio de advertencias de miles de casos más de covid en los próximos meses”, publico el diario The Sun ayer. 

Hay rumores de un paraíso donde el covid solo ha infectad. a 12 personas (sin fallecidos). Donde un argentino la va de jefe. La ciudad del Vaticano cerró sus puertas al mundo covid. Como dirían una vieja frase de la tele de los 60: Allí, ni el bolido de una mosca.