En el fútbol, como en la vida, sirve más ser inteligente que talentoso y también saber leer la realidad, el termómetro de la gente. Es algo que el propio Gabriel Heinze no solo no hace, sino que tampoco le interesa. Ser buen técnico, estudioso de los sistemas y trabajador, no basta si te encaprichás con determinadas posturas que molestan y no mejoran una táctica.
Puede que no le guste –y es así claramente– Armando Méndez y posiblemente tenga argumentos para sostenerlo, pero el hincha comenzó a querer al uruguayo por su despliegue, rendimiento y entrega, y lo quiere ver en la cancha.
No obstante, el Gringo no lo considera de esta manera y ni siquiera le da el gusto a los simpatizantes en el Coloso. Es como si viviera desafiando a todos, inclusive puso a un jugador como Augusto Schott, a quien ni siquiera pidió como refuerzo.
Muchos dirán que va a "morir" con las botas puestas, de pie y con sus ideas, pero también se va a ir como se fueron muchos ídolos de la institución, sin pena ni gloria. Sigo sosteniendo que es buen conductor y estoy convencido de que venía a llevar a Newell's a otro nivel, pero el tiempo no le alcanzó y sus caprichos no se le permitieron.
Cabe destacar que el manager Pablo Guiñazú no aportó demasiado: trajo jugadores para experimentar y lo que tenía que llegar era materia prima para potenciar la idea del DT.
Hoy Heinze ya está afuera. Ignacio Astore es el único que lo sostiene, pero será solo hasta fin de año si es que no hay una derrota tremenda con Boca y todo se precipita. La intención es que al menos hasta diciembre se quede en el club y por estas horas comienzan a manejar algunas opciones y a trabajar en ese proceso que es inevitable.
Los insultos tras la derrota con Sarmiento fueron el límite para los directivos. Ellos saben que de ahora en adelante desde las tribunas apuntarán el palco oficial y eso no es lo que desean. El Gringo ya está transitando su despedida, no por no ser buen entrenador sino por ser un hombre caprichoso.