La frase “se corrió un nuevo límite” quedó vieja. Ya no hay límites. Todo puede pasar en materia de violencia y delito en Rosario, incluso lo que jamás imaginamos. Y lo peor no es eso, sino que todo quede normalizado. Síntoma de que el espanto que vivimos ya es parte de nuestra cultura y la violencia el lenguaje natural para dirimir cualquier tipo de diferencia.  

La cotidianidad de los hechos, y el loop informativo que se produce alrededor de ellos, provoca que se naturalicen. Esta vez sicarios en moto intentaron matar a un empresario que dejaba a su hijo a una escuela de Alberdi. No sorprende. En zona sur ni siquiera un verdadero sobreviviente pudo frente al lenguaje de los tiros. “No me lo llevó un tumor en la cabeza pero sí una bala”, dijo la pareja de un hombre de 42 años al que acribillaron, también este martes a la mañana, para robarle la billetera y el celular.

Rosario es un drama devastador. Destruye vidas, familias. El pánico camina junto a nosotros en calles que supieron ser parajes tranquilos pero hoy son tierra de nadie. La escuela como espacio seguro también es un recuerdo. El aprendizaje de este martes a la mañana es inquietante: “Nuestros chicos tendrían que desarrollarse en un día normal y hoy se llevan como experiencia una balacera en la puerta de la escuela”, dijo el director del colegio Medalla Milagrosa. Todo suma para la naturalización de lo antinatural. Lo horrible se vuelve cotidiano.

La sensación es que cualquiera puede hacer cualquier cosa. Que nada ni nadie se lo va a impedir. ¿La policía? Bien, gracias. Se sabe hace rato: es parte del problema.

Ya se dijo cuando fue la balacera al supermercado de la familia política de Messi y se comprueba una vez más: Rosario es una ciudad desprotegida, abandonada a su suerte.

Nada cambió demasiado desde entonces, aunque hayan llegado más gendarmes y miembros del ejército trabajen en urbanizaciones en barrios.

Llamó la atención, en contraposición con lo que pasó con aquel hecho, el silencio de la dirigencia política luego de esta mañana de terror. ¿Las autoridades ya no tienen nada que decir? ¿Los expertos en campañas electorales recomendaron no hacer olas?

Una encuesta reciente de la consultora Nueva Comunicación sostiene que la ciudadanía identifica hoy, después de la enorme repercusión mediática que tuvo el atentado contra un comercio asociado al nombre del mejor jugador del mundo, al gobierno nacional como principal responsable de la problemática de la violencia y el narcotráfico en Rosario. Negocio para quienes prometieron paz y orden sin tener siquiera un plan para que eso se cumpliera.

Finalmente, lo que unos y otros transmiten, en su no decir, es impotencia para resolver un drama que ya lleva demasiado tiempo. Esa actitud se convierte en resignación y un enojo que es un polvorín latente en la ciudadanía. Pero se ve que ya ni siquiera queda nada para prometer.