“El balance no es bueno, evidentemente, cometemos errores infantiles, que hacen que te pongas en desventaja. En el momento que estamos, ponerse en desventaja es terrible porque no nos vamos a levantar. La sensación es fea y es de vergüenza deportiva, de impotencia”.

El descenso es un drama en Argentina. Una afrenta que no se supera fácilmente. Y cuando se ve venir, nadie la tolera. Lo dice Sebastián Méndez, que hace apenas un puñado de partidos es entrenador de Unión y ya está en la cuerda floja.

Faltan 25 partidos (ya 24 para el equipo tatengue), unos 75 puntos (o 72 para algunos) y Unión está cerca de la salvación, no está lejos, no es una situación irreversible, pero el temor, el horror, es olfatear que difícilmente la cosa cambie y entonces la desesperación degenera en actos vandálicos, de violencia, física y oral en una ciudad que vive un microclima futbolero muy parecido al rosarino.

Unión sufre, Colón disfruta y el resto se imagina fácilmente. Los jugadores son insultados, los directivos también y el choque con la policía a la entrada y a la salida se transforma en un clásico.

“Ponerse en desventaja es terrible porque no nos vamos a levantar”, declara Méndez que le agrega más drama a la coyuntura. “No nos vamos a levantar”, dice el entrenador casi entregado. Es más, tácitamente reconoce que no será capaz de revertir la situación.

Se sabe que cuando un equipo cae en una campaña de este tipo, rara vez puede revertirlo, pero falta un montón como para tirar la toalla.

Y los hinchas no toleran el descenso, se resisten a la vergüenza de perder la categoría.

En términos deportivos debería ser un tropezón para resurgir, para refundarse.

PD: cualquier duda al respecto, consultar con River.

Pero en Argentina, el país de los extremos, el descenso no se admite. Nadie elabora el duelo cuando su equipo pierde la categoría.

Los hinchas no toleran el descenso, se resisten a la vergüenza de perder la categoría

Central arrancó el año necesitado de puntos y rápidamente aventó los fantasmas. Los resultados lo curaron de cualquier ataque de locura incipiente. Pero otros penan porque los triunfos no aparecen.

Nadie quería dirigir a Arsenal, que tiene un plantel inferior al resto y seguramente caerá a la Primera Nacional más allá de todo lo que falte para recibir la sentencia final y de haberle ganado a Independiente el jueves.

Finalmente es Federico Vilar el valiente que asumirá hoy en el equipo del Viaducto. Pero antes hubo varias respuestas negativas. 

Palermo en Platense, Damonte en Sarmiento, Madelón en Central Córdoba de Santiago del Estero, Pusineri en Atlético Tucumán, rinden examen cada fecha. Se juegan el puesto todos los partidos.

Y le pasará a Falcioni en Banfield a partir de la próxima derrota. Un ícono del Taladro que pone en juego su idolatría para dar una mano en un momento complicado.

En este contexto, ponerse en desventaja es terrible porque no nos vamos a levantar

De hecho, 11 clubes ya cambiaron de conductor en apenas 16 ó 17 partidos.

Dentro de dos años todo será peor. Ya no habrá promedios que proyecten los descensos antes de empezar a jugar.

Desaparecerá la red de contención que hoy tranquiliza a muchas camisetas.

De hecho, es lo que le está pasando a Unión. Está perdiendo la categoría por la tabla general. En los promedios aún tiene un margen.

El descenso es un drama en Argentina. Y nunca dejará de serlo.

El mejor antídoto es una buena gestión. La peor receta es jugar para la tribuna desde los escritorios.