La vieja puja política por el control del Día de la Bandera reapareció con nuevas señales. Este jueves 20 de junio frío pero atemperado por un sol tibio se desplegó un actor social y político poco conocido en acción: el grupo de seguidores libertarios del presidente Javier Milei reunidos en la calle para un acto patrio. No llegaron en columnas identificadas con banderas partidarias ni tenían consignas claras. Esa falta de organicidad se notó a la hora de la construcción (por ejemplo para expresar ideas en forma de cantitos) pero manifestó toda su contundencia para repudiar lo que no quiere, lo que rechaza, en los abucheos y silbidos a la hora de los discursos.

Antes de las palabras del intendente Pablo Javkin, del gobernador Maximiliano Pullaro y el cierre de Milei, hubo una larga previa por la demora en el arribo del presidente al acto al pie del Monumento. Ese margen dio espacio para otro hecho político novedoso: la llegada de todo el gabinete a una ciudad del interior y el intercambio entre dirigentes. 

En esa suerte de relanzamiento nacional o de al menos mensaje de unidad después algunas turbulencias y varias renuncias en los primeros seis meses de gobierno, sobresalió una figura.

Orden y control

 

El amanecer sobre el este del río Paraná, con el sol en medio de dos franjas de tierra y nubes, como un homenaje a la bandera en su día, alumbró un extensísimo vallado alrededor del Monumento con gran cantidad de agentes y móviles de distintas fuerzas nacionales.

La gente empezó a llegar de a poco. A las 8.30, había más prefectos, gendarmes y policías que público. El vallado permitía bajar por la vereda de calle Córdoba o desde la parte sur de avenida Belgrano. El resto estaba cortado

Se montó un inédito control a los periodistas como si fuese el ingreso a un aeropuerto, con detector de metales incluido. Un poco más atrás de ese puesto policial, Marcos Escajadillo, secretario de Protección Civil de Santa Fe, contó con algo de sorpresa ese despliegue del protocolo nacional que empezó un día antes y tomó distancia: “Yo estoy por la Provincia, ante cualquier emergencia”.

El escenario fue montado frente al mástil mayor, de espaldas al Monumento y mirando al río. De fondo, seis granaderos como trepados a la punta de la proa de la nave, simétricos, tres de cada lado y al centro la frase que recuerda la lucha por la Independencia: “La Patria a su bandera”.

Desde el aire, un helicóptero sobrevoló la zona. Por el agua, lanchas con personal armado. Y arriba del techo del Concejo, francotiradores. Eso se dijo, al menos, pero no se vieron armas: solo cabezas con pasamontañas y largavistas.

Foto: Alan Monzón / Rosario3

La sonrisa de Victoria

 

A las 9, horario que estaba previsto el inicio del acto, el locutor anunció: “El presidente pisó suelo rosarino”. Arrancó un aplauso masivo. Diez minutos después, apareció el jefe de gabinete Guillermo Francos junto al subsecretario de Intervención Federal, el rosarino y referente del PRO, Federico Angelini.

Más atrás, los primeros ministros: Luis Petri (Defensa), Patricia Bullrich (Seguridad), Sandra Pettovello (Capital humano) y Diana Mondino (Relaciones exteriores), junto al presidente de la Cámara de Diputados Martín Menem. Pero los gritos y las miradas se fueron con la vice Victoria Villarruel.

“Bravo Victoria”, gritó un hombre desde el público sobre el vallado de calle Córdoba. Y ella, en medio de la ovación, saludó, mano derecha en alto, como hacen las reinas de las fiestas tradicionales. “Victoria, Victoria”, demandó un fotógrafo desde el corralito de prensa. Y ella giró, miró hacia los trabajadores de prensa y les regaló una sonrisa impecable.

Foto: Alan Monzón / Rosario3

La senadora nacional por Santa Fe, Carolina Losada, rompió filas. Salió de uno de los dos sectores para invitados. Se cruzó del área de funcionarios locales y provinciales hacia donde estaban los ministros y Fuerzas Armadas. Saludó a Villarruel de forma muy cercana y se quedaron hablando un largo rato. Se sumaron Martín Menem y Francos. Los cuatro dibujaron un semicírculo para dejarle paso y facilitar el registro a los camarógrafos y fotógrafos oficiales. 

A diferencia de los ministros, sentados en primera fila, la vice se quedó parada y se prestó a diálogos y fotos. La previa fue de ella.

Silbidos Vs. aplausos

 

Aunque se organizaron manifestaciones contra el Gobierno y el presidente, desde el Monumento no se vio ni escuchó nada. Todo transcurrió de forma tranquila, salvo un momento en que ingresó un grupo de personas por avenida Belgrano con carteles contra Milei y con la consigna: “La Patria no se vende”. 

Hubo algunos gritos (“andate kuka”) y forcejeos, pero al rato se fueron del lugar y la tensión no pasó de eso. 

En el sector de calle Córdoba, había mayoría de hombres jóvenes, pero sobre Belgrano, de espaldas al río, el público fue más heterogéneo: familias con mate, chicos, adultos. Entre las banderas argentinas se colaron un par de La Libertad Avanza (una negra con el león amarillo), una por la "ley Conan" y otras de reclamo de justicia por víctimas de la violencia.

Foto: Alan Monzón / Rosario3

Ante el silencio por la espera, un hombre del lado de Córdoba, donde estaba el grueso de militantes, arengó: “¡Viva la Patria!”. “¡Viva!”, respondieron todos. Alguien dio un segundo paso: “¡Viva la libertad, carajo!”. “¡Viva!”, recibió a cambio. “Milei, querido, el pueblo está contigo”, siguieron.

Pero esa unidad llegó hasta ahí. Un entusiasta cantó por “Petto-vello, Petto-vello” y no tuvo eco. Más atrás probó otro: “Y ya lo ve, el que no salta es un inglés”. Un hombre de campera azul lo intentó tres veces pero nadie, ni siquiera los que estaban alrededor de él, lo acompañaron. Su fracaso marcó un límite para los demás.

A las 10 llegó Milei con su hermana Karina, Pullaro y Javkin. Izaron la bandera gigante en el mástil mayor. El celeste y blanco se infló hermoso en el cielo. El presidente tenía la banda cruzada bajo un sacón y el bastón de mando, como una segunda asunción post primer semestre.

Los tres mandatarios subieron al estrado y cantaron el himno, tanto cuando habla de “la noble igualdad” como de “los libres del mundo responden al gran pueblo argentino salud”. Javkin, el primero en hablar, fue recibido con silbidos por el ala de calle Córdoba. Lejos de marcar diferencias, elogió el trabajo en común por la seguridad. 

“Se empieza a ver que algo está cambiando”, dijo y despertó aplausos entre los invitados y autoridades. “Por fin vemos las luces de los patrulleros de la Provincia y de la Nación”, y recibió abucheos del costado que fueron apagados por palmas. Se desató una competencia de intensidades.

Foto: Alan Monzón / Rosario3

Algo parecido ocurrió con Pullaro. No tanto desde el inicio sino cuando reclamó a Milei por los fondos recortados. “Señor presidente, mire al interior que nos faltan obras de infraestructura para desarrollarnos”, dijo y valoró la universidad, la industria y el comercio.

El gobernador pareció redoblar la apuesta contra los gestos de reprobación de los libertarios del fondo (le gritaron “que se vaya”). “Somos el interior productivo que sacó adelante el país. Somos los hijos del Brigadier Estanislao López”, arengó y el sector de adelante se puso de pie para aplaudirlo. 

Esa escena fue, pese a los discursos sobre la unidad, sobre el trabajo conjunto y sobre haber dejado atrás la “politización” de este acto de años atrás, un claro momento de contrastes. La neo grieta que no tiene la letra K en el eje central.

El León de regalo y el "pijotero"

 

A las 10.30 se hizo la jura a la bandera y Milei subió al escenario aclamado por los suyos. Ponderó a Belgrano como  “un maximalista de la libertad” y también rescató su rebeldía al crear la bandera en Rosario en 1812 pese a la oposición de Buenos Aires. “La libertad no pide permiso, no se esperan a las órdenes de ningún burócrata”, comparó.

Después, reflotó el Pacto de Mayo en Córdoba para el 9 de julio en Tucumán. Hizo algunos silencios para escuchar “Milei querido el pueblo está contigo” o “presidente, presidente”, pero leyó unas palabras sin estridencias. Cerró con el infaltable “Viva la libertad carajo” que generó un estallido de su gente, como si hubiesen estado esperando ese momento en particular.

Saludó hacia la derecha, levantó el puño y se bajó del escenario. Abrazó a cada uno de los ministros. Muy sonriente con la vice, efusivo con Bullrich, con una mirada amorosa a su hermana y un abrazo distinto a Pettovello, con la mano frotando la espalda, como un "sana, sana" paternal. Ellos sabrán cuánto cicatrizó, o no, el escándalo por la comida almacenada en medio de la demanda de la población por el crecimiento marcado de la pobreza y la indigencia en estos meses.

Esa secuencia, registrada por una cámara, fue un acto en sí mismo y lo último del presidente en la ciudad.

Foto: Alan Monzón / Rosario3

Milei recibió de regalo dos réplicas. Una de Belgrano y otra de un león del ingreso al edificio municipal (el Palacio de los Leones). Ambos presentes fueron de la Municipalidad y el propio gobernador se refirió a su austeridad: “Nosotros somos medio pijoteros”.

Tanto Javkin como Pullaro le bajaron el tono a las diferencias, celebraron por sobre todas las cosas la presencia del presidente y el acto realizado en paz. “No fue un reclamo lo que hice, fue una mirada”, aclaró el mandatario provincial después y completó la idea: “Hay obras que son urgentes, la reparación de las rutas por ejemplo”. Dijo además que “la inmensa mayoría” lo aplaudió.

“Con el presidente no tuvimos tiempo, pero sí hablamos sobre la necesidad de fondos para obras con los ministros. El próximo martes habrá una reunión por ese tema”, adelantó el intendente a Rosario3

Javkin criticó “los fanatismos en el Día de la Bandera de antes y de ahora” y dijo que es saludable el debate siempre que no haya violencia: “Prefiero un 20 de Junio así, vivo”.

A las 11.30, Milei se alejó del río en el helicóptero que despegó desde Prefectura. Fue el punto final del acto político por el Día de la Bandera, el primero del presidente con su gabinete a pleno fuera de Buenos Aires. El tiempo dirá si fue, como prometió el libertario, un “punto de inflexión” junto al "Pacto de Mayo" para la recuperación de un país golpeado.