La luz de alarma la encendió el Banco de Alimentos Rosario (BAR), con una fuerte advertencia sobre el crecimiento de la demanda de ayuda alimentaria y las dificultades para darle respuesta. Sin hacer olas, los gobiernos provincial y municipal ya habían tomado nota y actuado en consecuencia: ambas jurisdicciones reforzaron las partidas destinadas a tal fin, buena parte de ellas gestionadas por el propio BAR. Mientras tanto, preocupa a autoridades locales y organizaciones sociales las dificultades que se plantean con la asistencia que llega desde la Nación, donde las restricciones externas parecen pesar más que las internas. 

En el centro del asunto aparece la inflación. No solo porque es una verdadera fábrica de pobreza e indigencia, y por lo tanto de desigualdad, marginalidad y delito. Sino porque además complica la operatoria del Estado y las organizaciones que trabajan en asistencia social para adquirir alimentos. 

El sujeto social que engorda la demanda también es hijo del aumento desbocado del índice de precios al consumidor: los trabajadores con ingresos por debajo de la línea de pobreza, que el año pasado eran algo más de un tercio del universo laboral y cuyo número no para de crecer.   

Visto desde el BAR, la crisis también afecta a otra fuente de aprovisionamiento: las donaciones de las empresas alimenticias. “Las industrias ajustan sus niveles de producción por caída del consumo, entonces hay menos comida para recuperar”, advierte Jorge Massoud, flamante titular de la organización solidaria.

A través de su plan de recupero de comida, el BAR hoy entrega alimentos de alto valor nutricional a 300 organizaciones que administran comedores y tiene otras 600 en lista de espera. El año pasado podía proveer a unas 350 y había 500 en lista de espera.

Verduras recuperadas por el Banco de Alimentos Rosario (BAR).

Pero además, ante el agravamiento de la situación, provincia y Municipalidad decidieron aumentar fuerte la inyección de recursos a un programa de refuerzo alimentario que la entidad gestiona y con el que se asiste a 800 organizaciones.

Ese plan se había puesto en marcha con la pandemia, bajo el nombre “Contagiemos solidaridad”, con aportes de la provincia, la Municipalidad y el Concejo. Luego, con el regreso de la actividad económica, perdió peso. Ahora vuelve a tomar volumen por el agravamiento de la crisis.

Inyección de fondos

“Estamos retomando la estructura de la época de pandemia. Es necesario reforzar lo alimentario y eso lo definimos a principios de año, cuando vimos que la inflación no bajaba. Lo que notamos es que la demanda alimentaria crece porque las familias con trabajo no llegan con sus propios ingresos a cubrir las necesidades alimentarias y eso aumenta la presión sobre los comedores”, explicó a Rosario3 Nicolás Gianelloni, secretario de Desarrollo Humano y Hábitat de la Municipalidad.

Desde el BAR, Fernando Cáceres, presidente saliente y ahora vocal, reveló que el convenio con la Municipalidad es el más importante en dinero y también el más largo en tiempo: es por nueve meses, y cada entrega es de 22 millones de pesos, contra dos entregas de 8 millones del año pasado. La provincia, en tanto, se comprometió a cuatro entregas de 50 millones de pesos. El año pasado hubo dos: una de 20 millones en julio y otra de 30 millones en noviembre.

“La inflación en la canasta básica alimentaria se siente y por eso el gobierno de la provincia reforzó las partidas alimentarias. Hablamos de más de 5.000 millones de pesos en lo que va del año en toda la provincia y casi 4.000 millones de pesos para el departamento Rosario”, explicó Camilo Scaglia, funcionario del Ministerio de Desarrollo Social de Santa Fe. Son 800 millones mensuales que incluyen las partidas para el BAR, pero también para otras instituciones que distribuyen alimentos, como Cáritas. Ese monto implica un aumento del 75 puntos en esas partidas en los primeros meses de 2023, cuando la inflación en el mismo período fue de algo menos que la mitad.

En el caso de la Municipalidad, la Secretaría de Desarrollo Humano informó una suba interanual del 120 por ciento en los centros Cuidar y del 175 por ciento en sus aportes al BAR. 

En ambos estamentos de gobierno hay una convicción: en materia alimentaria no se puede especular. Y por eso, apenas se detectó la mayor demanda, se decidió que había que hacer frente a la misma con refuerzos presupuestarios.

Un nuevo sujeto social

Sin embargo, una fuente con conocimiento territorial y recorrido permanente por los comedores barriales planteó un matiz con respecto al aumento de pedidos de asistencia, que obliga también a ser inteligentes con la respuesta. “El incremento se ve sobre todo a fin de mes. Estuve estos días (los primeros de junio) recorriendo comedores y no se veía mucha gente, la semana pasada (fin de mayo) las colas eran enormes. Entonces, hay que ir administrando el flujo presupuestario”, señaló.

Quienes trabajan desde hace tiempo en el tema aseguran que es un fenómeno que no se ha visto otras veces y que entre quienes engordan el pedido de ayuda a fin de mes hay sectores que nunca habían necesitado asistencia alimentaria. Un nuevo sujeto social: los trabajadores que con lo que ganan no llegan ni a mitad de mes, que son parte del universo laboral y a la vez del de la pobreza.

Almuerzo en un comedor de Villa Banana. (Alan Monzón)

En este marco, una preocupación que transmiten las autoridades locales les llega a ellas a través de algunas de las organizaciones sociales más grandes, con presencia a nivel país, que informan sobre problemas en la provisión de alimentos para los comedores que administran por parte del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. 

“Nación hizo solo tres entregas este año y no nos da un cronograma. Dicen que tienen problemas logísticos y con proveedores”, dijo Silvia Saravia, coordinadora nacional de la organización Barrios de Pie, consultada por Rosario3

Esos problemas ya se habían presentado a fin del año pasado y la dirigente aseguró que si bien hubo una mejora temporal, otra vez el flujo se discontinuó y eso complica a comedores barriales de todo el país.  

Cantidad y calidad

El problema no es solo la cantidad o el retraso en las entregas, sino también la calidad. “Cada vez mandan artículos con menos posibilidades nutricionales. Los bolsones rara vez vienen con productos básicos como aceite –todo un contrasentido en un país que lo produce y lo exporta– y a veces te mandan grandes cantidades de alimentos que dan para un uso limitado como el maíz pisingallo”, relató una fuente local de una organización nacional.

Justamente en el valor nutricional de los alimentos es que pone el foco el BAR a través de los dos programas alimentarios que administra: el de recupero de alimentos, que depende de las donaciones, y el de refuerzo alimentario, que cuenta con los aportes de provincia, Municipalidad y Concejo.

“Lo que se entrega no es para garantizar la comida diaria, sino para fortalecer lo que brindan los comedores, fundamentalmente con frutas, verduras y lácteos”, explican los directivos Massoud y Cáceres.

La Municipalidad también pone como argumento la necesidad de mejorar la calidad nutricional para una serie de cambios en su política de distribución de asistencia alimentaria. Una de ellas es que se comenzó a cocinar en 16 Centros Cuidar, donde se brinda desayuno, almuerzo y en algunos casos merienda. Eso se complementa con la entrega de módulos alimentarios con leche a las familias que tienen niños y niñas menores de 3 años. Esos módulos “contienen un valor proteico para cubrir las cenas”, explica un informe de la Secretaría de Derechos Humanos y Hábitat.

En ese documento también se informa que “en consonancia con el fortalecimiento institucional de estas políticas” y el fortalecimiento del programa de distribución a través del BAR se redujo la cantidad de cajas de alimentos que se distribuyen a través del Plan Cuidar, que pasó de 7 mil módulos mensuales en 2022 a 5 mil en 2023.

El riesgo narco

La cuestión de la trazabilidad de las entregas también explica cambios en el sistema de distribución de la asistencia alimentaria. Es parte de la onda expansiva por el hallazgo de cajas del Plan Cuidar en la casa del fundador de Los Monos, Máximo Ariel “Viejo” Cantero, cuando se produjo su detención, en abril del año pasado, por liderar una asociación ilícita dedicada a las usurpaciones, extorsiones y balaceras. 

Esas cajas con alimentos que fueron entregadas al titular de un comedor de la zona de Molino Blanco para que llegaran a beneficiarios con nombre y apellido pero que estaban en otro barrio de la ciudad, Vía Honda, permitieron desandar otra trama que explica las distintas aristas de la forma en que las bandas mafiosas ejercen el poder sobre los territorios. 

El objetivo de las bandas es, según explicó una fuente de la investigación a Rosario3, “controlar todas las variables de la vida de las personas”, incluso la posibilidad de que accedan a algo tan básico como la alimentación. La idea es, al fin, constituir una suerte de estado paralelo, en la que los habitantes de los barrios bajo dominio de los mafias y los narcopunteros se convierten en ciudadanos que viven en condiciones de semiesclavitud.

Situaciones del tipo de la que se produjo en Vía Honda presumiblemente se han dado también en otras donde los grupos delictivos marcan el ritmo de la vida cotidiana con su poder de sangre y fuego. 

Organizaciones que trabajan en la distribución de ayuda alimentaria admiten haber lidiado en otros lugares con narcopunteros. Y lo mismo se infiere de algunos aspectos de la investigación por el caso de las cajas en la casa de Cantero: del contenido de los celulares secuestrados surge que había una presión constante hacia la Municipalidad por parte de líderes barriales que exigían la entrega de alimentos para repartir en los territorios bajo la amenaza de cortes, piquetes y otro tipo de organizaciones. Ese sería el caso de Leonardo Pucheta, referente de la asociación civil El Ceibo, detenido como parte de la banda de Cantero y cuya organización recibió originalmente las cajas municipales.

La causa que investiga el tema analiza a la Municipalidad desde un doble rol en el caso: por un lado, como víctima de las maniobras extorsivas de los narcopunteros, por el otro como responsable de un control negligente del destino de la ayuda alimentaria, que es lo que pone a funcionarios locales bajo la lupa. 

Ese control se dificulta por una realidad que describió muy bien días atrás el obispo titular adjunto electo de Rosario, Fabián Belay, al ser consultado sobre la situación de violencia e inseguridad que marca el pulso cotidiano de los habitantes de los territorios. “Rosario es una ciudad tomada. No están dadas las condiciones básicas para que ningún actor comunitario pueda caminar por un barrio. El que está día a día en el trabajo comunitario tiene que cuidar su vida también”, dijo.

Los operadores del Estado también están comprendidos en esa realidad que describe el sacerdote, con lo cual se entiende que el cambio de modalidad dispuesto por la Municipalidad, que incluye cocinar en los Centros Crecer, enfrenta no pocas dificultades.    


Las donaciones

 

En este marco también se entiende que el Estado delegue en el BAR parte del trabajo de la distribución de la asistencia alimentaria. La organización tiene una aceitada la logística de compra y entrega –con una agilidad que es fundamental en tiempos de alta inflación–, y un sistema trazable que se puso a prueba en la pandemia, cuando fue el pico de la demanda alimentaria y se llegó a asistir a 1.650 organizaciones sociales de todos los rincones de la ciudad.

Pero la institución se encuentra con dificultades hoy en su programa de recupero de comida, por la merma en las donaciones. 

Justamente para que suba el flujo de las donaciones, el BAR hace rato reclama la sanción de dos leyes: una de doble etiquetado para que los fabricantes de alimentos sumen además de la de vencimiento la fecha en que el producto deja de ser apto para el consumo –lo que da una ventana de tiempo desde que sale de la venta hasta que se puede producir la entrega– y otra que establezca beneficios fiscales para aquellas personas y empresas que donan.

Ambos proyectos ya están escritos, aunque para el segundo existe la posibilidad de que se reemplace por una resolución del Ministerio de Economía y Agricultura, revelaron Massoud y Cáceres.

Mientras tanto, en medio de la preocupación por la situación general, también dieron una buena noticia: el Mercado de Concentración de Fisherton participará de las donaciones de frutas y verduras que hasta ahora llegaban desde el Mercado de Productores de Fisherton.

Eso permitirá duplicar el stock de esos alimentos para entregar a los comedores.