Si hay algo que resalta de los resultados de la encuesta sobre inseguridad realizada por Rosario3 en asociación con MEC consultores es la presencia del miedo como síntoma social. El miedo es consecuencia de la ola delictiva que pone el tema al tope de las preocupaciones de los rosarinos. Pero también aparece en el origen del problema. Y ese sentimiento dialoga con los otros dos que predominan en las respuestas al sondeo de opinión: la desconfianza y la desesperanza.

El psicólogo Hernán Reynoso, que trabaja en los equipos territoriales de la salud pública, ve el miedo que atraviesa a la sociedad en su conjunto como un fenómeno multicausal no solo atribuible a la inseguridad y la violencia. Venimos de una pandemia cuyos efectos –sostiene– continúan, y la incertidumbre económica en los sectores medios y la miseria en los barrios achican las perspectivas de futuro. Toda esa precariedad genera que una enorme proporción de la ciudadanía quede “desafiliada del proyecto de felicidad que se le propone”, relacionada con el consumo económico. Justamente de ese sector de “desafiliados” del sistema se nutren las bandas delictivas y, plantea Reynoso, no es que entre ellos no hay miedo. Muy por el contrario, el temor a la pérdida de sentido aparece tan nítido allí, que es con un arma y un grupo de pertenencia –la banda– como estos pibes creen reempoderarse. No solo eso, esa pertenencia también les da acceso a un objeto de satisfacción a través del consumo: la droga.

La síntesis podría ser que todos temen (tememos). El quiebre social queda de manifiesto cuando los excluidos irrumpen en el espacio de los incluidos: las calles del centro y de los barrios acomodados. Eso se ve claro en un dato de la encuesta: cerca de la mitad de las personas que participaron dice sentir "alto temor" ante alguien que quiere "pedirle o venderle algo" en la vía pública. "Eso no puede no tener impacto en la constitución de las subjetividades”, afirma Reynoso.

 “En las personas y en las sociedades el miedo existe desde que se constituyen. A diferencia de la angustia, que es un mecanismo de defensa ante una amenaza que permite al sujeto hablar y, por lo tanto transformarla, el miedo, si es desbordante, suspende las capacidades operativas”, explica el profesional.

Y pone el foco sobre una cuestión, que explica por qué, en el tema inseguridad, el miedo paraliza y se transforma en desesperanza: “Algo que es muy grave es que el final de la amenaza no está a la vista, nadie lo puede imaginar, nadie sabe por qué medio se puede terminar esto”.  

“La prolongación del miedo tiene como causa la desesperanza”, remarca Reynoso. Y apunta a las responsabilidades de los poderes del Estado. En ese marco, sostiene que la sociedad deposita “funciones parentales de protección en el presidente, el gobernador, el intendente, los jueces, las autoridades en general. Pero las respuestas que dan no cesan en absoluto el miedo, no alcanzan para calmarlo. Hablan de traer más gendarmes, tirar abajo los bunkers. Son todas cosas que se han dicho y hecho, pero no han funcionado como respuesta y han demostrado no atacar el nudo del problema. La desesperanza se funda en tanto el otro que debería cuidarnos no responde de un modo eficaz y sigue dando las mismas respuestas”. Eso, a su vez, deriva en “pérdida de confianza en todos los estamentos estatales”, algo que también está claramente reflejado en los resultados de la encuesta. 

El combo de una sociedad con miedo y sin esperanza de que el problema que lo produce pueda tener algún tipo de freno tiene un impacto en la salud psíquica de las personas que el psicólogo consultado por Rosario3 comprueba a diario en su trabajo territorial.

“Las consultas por ataques de pánico, fobias, episodios de ansiedad se han multiplicado porque además venimos de una pandemia que ya supuso un peligro externo que era portado por el otro”, asegura. Y suma un dato, este tipo de situaciones se dan también en franjas etarias donde son toda una novedad: los niños, que están “empezando a sufrir fobias de manera muy frecuente”. En esa línea, se preguntó “qué subjetividades se están construyendo con todo esto”.

“Todo esto” incluye también el núcleo del problema, el mal original. “Esta sociedad te propone un proyecto de felicidad relacionado con el consumo de bienes. Pero hay millones de personas desafiliadas de ese proyecto y que ya hace mucho tiempo perdieron la esperanza de salir de la situación de precariedad y vulnerabilidad social en que se encuentran. Hay varias generaciones que ya no tienen esperanza de poder cambiar su realidad y construir un mejor futuro”, explica. 

De hecho, la función de muchas instituciones que proponen un horizonte de superación, de acceso a otras posibilidades, como la escuela, está desdibujada. “Por un lado el sistema educativo ya no permite el ascenso social y encima la escuela ha pasado a tener otra función de asistencia en cuestiones básicas, como la alimentación”, ejemplifica.

“Todo esto” es, para el psicólogo, un “entramado perverso” en el que “se van superponiendo causas para generar un síntoma social”. El miedo, advierte, está presente también en “grupos que pueden matar por cosas de valor mínimo. Allí pareciera que no hay miedo a nada, pero en realidad son sujetos sumergidos en el miedo a la no existencia, a la pérdida de sentido”.

“Estos desafiliados, excluidos de la promesa de felicidad, encuentran en los grupos mafiosos una respuesta factible, inmediata, que se concreta y les ofrece un grupo de pertenencia, dinero, poder a través de las armas. Les brindan también el objetivo de consumo de satisfacción inmediata que es la droga. Esos pibes, ante la nada, ante la sensación de no tener ningún futuro, no verse identificados con lo que propone la sociedad actual, adoptan eso que se les ofrece. Son muchísimos jóvenes los que están en esa situación”, analiza Reynoso. 

El psicólogo también llamó la atención sobre los candidatos que proponen afrontar el problema llevando ellos mismos y algunos hasta proponiendo liberar el uso de armas, algo que “multiplicaría la violencia”.

“Si vos tenés miedo porque te amenazaron y avisás que vas a llevar un arma, te podría decir que toda la sociedad se siente amenazada. Si cada uno lleva un arma estaríamos ante una perspectiva tremenda”.

Contradicciones

 

Desde la Criminología, en tanto, también se entiende el miedo expresado en la encuesta como multicausal. Así lo ven los docentes e investigadores Augusto Moreno y Gustavo González –también secretario de Política Criminal del Ministerio Público de la Acusación (MPA)–, que además aclaran que el tipo de encuesta realizada “no permite generalizar sus resultados para hablar de la ciudad” por el recorte con el que fue hecha: la definieron como una “muestra voluntaria” entre “los lectores de Rosario3” que ya de por sí “tienen un perfil determinado” que podría definirse, en una simplificación, como de manera predominante de clase media del centro.

En ese marco, consideraron que el porcentaje de personas que dijeron sentir frecuentemente miedo de sufrir un robo o alguna situación violenta “resulta bastante elevado” (casi 8 de cada diez). Como referencia mencionaron que en 2017 “la proporción de personas en Argentina que respondieron se que se sienten seguras o muy seguras caminando cerca de donde viven fue de 47,6%, es decir que poco más de la mitad se sentían inseguras”.

Observaron que “los escenarios que generan más miedo están vinculados con la vía pública” y explicaron que el menor nivel de temor en el hogar puede estar vinculado a que, por ser un sondeo mayormente por sectores de clase media, quienes respondieron pueden residir en viviendas “con mayores niveles de protección contra el delito”. También aparece el miedo vinculado a situaciones con algún "elemento atemorizante" como "horas de la noche, personas" extrañas. Allí se ve, otra vez, el quiebre del tejido social.

En cuanto a los cambios de hábitos que surgen del sondeo, al igual que el psicólogo Reynoso, Montero y González apuntan no solo al miedo a sufrir algún tipo de delito sino también a la situación económica general.

Otro punto abordado por los especialistas es que más de la mitad de quienes dicen haber sufrido delitos aseguran no haberlos denunciado. “Se trata de un valor elevado, pero que no es tan diferente a los registrados en otras mediciones similares en nuestros contextos geográficos”. En ese marco, explicaron que “es importante tener en cuenta que el índice de denuncia varía de acuerdo a los distintos tipos delictivos” y que “en líneas generales suele ser más elevado en los delitos contra la propiedad que afectan a bienes que están asegurados (por ejemplo, robo o daño en automóviles”.

“El hecho de que tres de cada cuatro de las personas que no denunciaron los delitos de los que fueron víctimas argumentaron que fue por descreimiento en las posibilidades de la policía de resolver el problema satisfactoriamente es un indicador de la gran difusión de la desconfianza en la policía entre las personas que respondieron la encuesta. Este indicador de desconfianza es un factor que presenta cierta regularidad en la región y que se viene sedimentando históricamente”, agregan. 

Y en ese sentido marcan una contradicción: “No deja de constituir un dato que marca cierta tensión que esos mismos ciudadanos que expresan su desconfianza sobre la institución policial en particular y sobre el sistema de justicia penal en general, a la hora de optar por cuáles serían las principales medidas para controlar la criminalidad y la violencia, se inclinen  por medidas que tienden al endurecimiento penal o el reforzamiento institucional de las agencias del sistema de justicia penal (más personal, más armamentos, más tecnología, etc)”.

Para ver los resultados completos de la encuesta podés hacer click aquí.