Jina Mahsa Amini visitaba junto a su familia, Teherán. El martes 13 de septiembre fue arrestada por la Policía de la Moral a la salida de una estación de metro, el pretexto que utilizaron para detenerla fue que no llevaba correctamente puesto su hiyab (velo). Su hermano y otras personas que pasaron por el lugar vieron el maltrato que recibió dentro de la camioneta cuando fue arrestada, pero ese fue solo el principio del horror.

Amini fue trasladada a una comisaría para una clase de educación y orientación junto a otras mujeres, sin embargo tres días después murió en la cama de un hospital. De inmediato las autoridades argumentaron que se trató de “un infarto” y que perdió la conciencia de forma natural en la comisaría, pero la Oficina de Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU afirmó que la joven de 22 años fue violentamente golpeada y debido a eso, falleció.

Después de conocerse la noticia de la muerte de Amini, las calles de distintas ciudades de Irán se convirtieron en campos de batalla. Las mujeres se atrincheraron unas a otras exigiendo “muerte al dictador” o "¡no al velo, no al turbante, sí a la libertad y a la igualdad!". Los videos comenzaron a circular en redes sociales y desde distintos países se escribieron mensajes: “Estamos con ustedes”, “Fuerza hermanas”. La respuesta a las movilizaciones fue contudente: represión y más muertes. 

La movilización es histórica, no porque no se haya realizado antes sino por la magnitud de esta ocasión. Detrás de cada acto simbólico como incendiar velos o cortarse el cabello hay un pedido explícito que quema por dentro de cada una de las manifestantes: que ser mujer no duela más en ningún rincón del mundo.

Según la confederación internacional Ofam, cerca de 650 millones de mujeres fueron forzadas al matrimonio infantil. Más de una de cada tres, antes de los 15 años. 200 millones de mujeres y niñas sufrieron mutilación genital, la mayoría antes de los 5 años de edad. El 71% de todas las víctimas de trata de personas registradas en el mundo son mujeres y niñas, mientras que tres de cada cuatro son menores de edad. Estos números demuestran lo evidente: la violencia de género no conoce fronteras geográficas o culturales.

“Las protestas que llevan adelante en los últimos días las mujeres de Irán tienen antecedentes. En los últimos años se manifestaron en contra del régimen en diciembre del 2017, y enero del 2018”, recordó a Rosario3 Ornella Fabani, Doctora en Relaciones Internacionales.

En relación a lo que significa el movimiento en sí, la profesional profundizó: “Lo que nos muestra es el hartazgo, la frustración por un régimen iraní que es opresivo, represivo y las discrimina. Buscan dar cuenta que están cansadas del trato que reciben, de ser ciudadanas de segunda”.

Ser mujer en Irán

En 1979 se instauró la República Islámica tras derrocar al sah (rey) Mohammad Reza Pahleví. Entre las tantas reformas que se adoptaron, figura la obligatoriedad del uso del velo para las mujeres, iraníes o extranjeras, cualquiera sea su religión. Desde entonces, quitárselo es un delito.

En este sentido, Fabani apuntó: “No todas las mujeres se sienten cómodas usando el velo. Para algunas es un símbolo de identidad pero para otras ya no”. Además mencionó otros detalles del día a día de las mujeres en Irán. “Es importante destacar que para poder viajar, trabajar o incluso abrir una cuenta bancaria, las mujeres están sometidas a leyes y dependen de la voluntad del jefe de familia. Para divorciarse deben fundamentar su pedido de divorcio ante el juez y esperar la autorización, algo que no ocurre para con los hombres”, contó.

Otro ejemplo de desigualdad se percibe en la tenencia de sus hijos ya que las madres solo tienen la custodia de los varones hasta los 2 años de vida y de sus hijas hasta los 7 y en términos de herencia, los hombres reciben una proporción mayor de bienes que las mujeres.

"Ciudadanas de segunda", las mujeres en Irán.

A pesar de tantas trabas y desigualdades, “las mujeres tienen una presencia creciente en las esferas de la vida social, son la mayoría en las universidades por ejemplo y eso las empuja a tener más conciencia de sus derechos e independencia”, sostuvo Fabani.

Para que las normas se cumplan tal como el régimen lo exige, está la Policía de la Moral (responsable de la muerte de Amini). “Se trata de un brazo semipolicial del estado, su función es garantizar el respeto de la ley islámica que incluye el código de vestimenta para promover la virtud y evitar el vicio. Pueden llevarse detenidas a las mujeres que no lleven el velo, que lo usen mal, que vistan ropas demasiado cortas, ajustadas o usen maquillaje. Las sanciones van desde recibir multas, ir presas o incluso, hay denuncias de mujeres flageladas”, mencionó la también docente de la Universidad Nacional de Rosario.

“La mentalidad patriarcal sigue matando a las mujeres en todas partes”, dice el comunicado de la Unión de Comunidades de Mujeres de Kurdistán (KJK, por sus siglas originales) y agregaron: “A medida que se normaliza la tortura misógina de mujeres en todos los ámbitos de la vida por parte del Estado iraní, y se sistematizan y legitiman las prácticas inhumanas contra las mujeres, la opresión y las masacres han aumentado. El sistema de gobierno opresivo y sexista en Irán se manifiesta en el fusilamiento de mujeres, su asesinato por tortura frente a los ojos de todo el mundo, su violación y la introducción del matrimonio infantil”.

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Entonces, el femicidio de la joven de 22 años fue la gota que rebalsó el vaso. Esa asfixia que siente el pueblo de Irán no solo es local, también se multiplica y expande en distintas formas de violencia que dan la vuelta al mundo.

El padre de Jina Mahsa Amini no pudo ver el cuerpo de su hija. Tampoco se comunicaron con él para informarle los resultados de la autopsia. “Primero me ignoraron y ahora me mienten”, sostuvo en una entrevista, esa misma sensación la puede sentir Alberto Perassi, que hace once años busca conocer qué hicieron con su hija Paula, desaparecida en democracia, o Erika Salazar, la hija de María de los Ángeles Paris que apareció muerta en la celda de una comisaría de Rosario.

Hay muchas cosas que diferencian los casos mencionados, pero existe un hilo conductor: la cultura patriarcal que castiga a las mujeres en cada rincón del planeta y el sistema machista que permite que esos castigos se sigan perpetuando.